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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

Qué pasa con las cincuenter

Reflexiones tras el festival que reconoce a las mujeres de mediana edad

Llegaba tan justo de tiempo, tan apurado y con la respiración entrecortada, a punto de romper a sudar, que ni siquiera me pude plantear una entrada reposada. Lo que me hubiera gustado, lo que prefiero cuando voy a disfrutar para posteriormente comentar algún evento, es llegar quince minutos antes y observar al público mientras va entrando. Qué actitud tiene, qué perfiles representa. El público es mucho más importante de lo que se piensa. Un mismo acto repetido ante dos auditorios diametralmente opuestos son en realidad dos actos distintos.

Pero no pudo ser. Llegué al Archivo Histórico de Asturias cuando ya estaban Eva Orúe y Anabel Alonso, las protagonistas de esta charla programada dentro de las jornadas Cincuenter, microfoneadas y listas para salir a escena. Casi las atropellé en mi precipitado aterrizaje, en el que también me llevé por delante a mi querida Yolanda Lobo al más puro estilo Mr Bean. De manera que, de pronto, me encontré de pie en aquella sala, antiguo patio central de la cárcel, y estaba ocurriendo exactamente lo contrario a lo que yo hubiese deseado: todo el público me observaba a mí con curiosidad.

Primer dato curioso: todos esos seres humanos asistentes al acto eran mujeres, excepto otro hombre al que tardé en localizar. Segundo apunte: a punto de cumplir los cincuenta, creo que yo era el más joven de entre los presentes, quizás a excepción del técnico de sonido. Fue un momentazo muy Alfredo Landa. Digno de una película de aquellas a las que se llamaban “españoladas”. Pero todo resultó muy normal, en realidad. Enseguida encontré acomodo en una esquina discreta y fui aceptado con naturalidad dentro de una entrevista muy agradable.

Mientras Orúe (primera mujer nombrada directora de la Feria del Libro de Madrid) y Alonso (universo Almodóvar, celebrity de Mastercheff y primer personaje de lesbiana normalizado en televisión) dialogaban sobre el fenómeno Cincuenter y sobre los avances de nuestra sociedad con mucho sentido del humor y, por qué no decirlo, también de la responsabilidad social, a mí me daba vueltas en la cabeza un pensamiento incómodo: dónde está el público que debería estar asistiendo a este acto.

Me explico: Cincuenter es una idea original de Yolanda Lobo, y una apuesta singular de la Fundación Municipal de la Cultura, para dar visibilidad a una franja de edad en la que las mujeres desaparecen, históricamente, de la primera plana profesional. Precisamente cuando más valiosas pueden resultar, cuando están avaladas por la experiencia. Cincuenter debe ser un homenaje de las nuevas generaciones a unas señoras que han luchado, que han abierto caminos y normalizado el papel de la mujer en la sociedad. Cincuenter debe ser una fiesta fabulosa. Toda esa gente joven que debería estar allí aplaudiendo, aprendiendo, celebrando, ¿dónde estaba? Me quedó claro que aún queda mucho por visibilizar, Yolanda, porque Cincuenter (que pronto será un fenómeno internacional que habrá nacido en nuestra ciudad) no es para las cincuenter, sino para todos los demás. Así que toca seguir luchando y remando contra corriente hasta que seamos capaces de entenderlo.

Después fuimos al Filarmónica a disfrutar de Sole Giménez, que cantó solamente grandes canciones escritas por mujeres con todo el buen gusto y la clase que ya demostraba en la época de “Presuntos Implicados”. Muchos temas que yo conocía, muy importantes para mí, como Dos Gardenias o Bésame Mucho, y de las que nunca supe el sexo de quien las había compuesto. Eso me gustó. Y ahí me marché pensando que así debería ser, pero que no sé muy bien qué nos pasa con las cincuenter, qué problema hay, con todo lo que tienen que aportar.

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