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Con vistas al Naranco

Carantoña

Sobre el periodista asturiano, de cuya muerte se cumple este año un cuarto de siglo

En el Hotel Principado, se me acercó una tarde el Gran Vélez, como solían llamarle Julio Puente y Juan de Lillo, para pedir me fijara en el mejor periodista asturiano, Paco Carantoña. Desde entonces, ¡y ya llovió!, aunque su medio estaba mal distribuido, fui incondicional lector a sus sabrosas columnas. El día que me hacen Consejero Autonómico le pedí ideas en almuerzo del que se acordará Valentín, el entrañable manager de Las Delicias.

Paco me imbuyó varias iniciativas. Así, el rescate del pintor Luis Fernández, ya iniciado, y la conversión del gijonés Banco de España, que dirigía el cordial Luis Sevilla, en parte de la Biblioteca del antiguo Jovellanos.

Había publicado que el PSOE tendría intolerancia con lo que nominaba mi imaginación. Insistió también en que me acercara a Adaro, Presidente de la Cámara, pues consideraba muy alto la encomienda a Adúriz de montar la Hemeroteca y sugería que intentase yo la absorción de la Biblioteca Padre Patac de Las Traviesas.

Carantoña fue un grandísimo escritor, que, como otros (Torrente, C.J.C., Cunqueiro, Alonso Ferrín, Castelao, Camba, Celso Emilio, Olmo, W. F. Flórez, Cortezón, Gamallo, Carmiña Martín Gaite, Valente...) marcaron el galleguismo post Valle. Paco se rodeó de excelentes colaboradores (Puente, Arenas, Manuel Fernández, Daniel Serrano, O. Sanz, Canal, Marcelino...). Fue un alto Honor que me pidiera laudatio para ceremonia de Hijo Adoptivo de Asturias.

El gran Vélez llevaba razón. Y me alegra que Carantoña, de cuyo fallecimiento pronto se cumplirán veinticinco años, siga volando, ya sin estremecer, sobre Begoña, a la altura del cafetón Dindurra. La celebración de ese cuarto de siglo debería conmemorarse no solo a nivel gijonés, que doy por supuesto, sino de Asturias.

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