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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

"Norma" frente a los prejuicios

Sobre la monumental ópera de Bellini que se representa esta semana en el Campoamor

En la jerga de la música clásica, un aria es una pieza musical, parte de una ópera, creada para ser cantada por un solista acompañado por la orquesta. Suelen ser fragmentos muy principales. Están escritos para destacar dentro del conjunto y son las partes más conocidas popularmente. Si nos ponemos rigurosos y queremos llamar a cada cosa por su nombre, un aria es un aria, no se te ocurra nombrarla de ninguna otra manera o morirás abrasado en el fuego de la intransigencia. Pero si nos ponemos más en plan háblame en cristiano que no te entiendo, un aria, sacada del contexto global, es una canción.

En la costumbre de consumo musical de hoy en día, donde es mucho más normal poner un tema en Spotify o un vídeo de YouTube que ir a un teatro a ver una ópera de dos o tres horas, las arias son equiparables a los grandes éxitos. Hay una buena lista de ellas muy conocidas: "La donna è mobile", "Che gelida manina", "Celeste Aída", "La reina de la noche" son buenos ejemplos. Pero hay dos de estas canciones que son las más celebradas, las más reproducidas y, además, están íntimamente ligadas al cantante que las ha llevado al más alto nivel de popularidad. Son casi versiones oficiales: el "Nessun dorma" de Pavarotti en esa interpretación sublime que te saca de tu casa para ir a hacer la guerra a su lado; y la "Casta diva" de María Callas, de una profundidad tal, una gravedad que casi te obliga a arrodillarte a su lado frente al poder infinito de la madre naturaleza. Estas interpretaciones están ya tan dentro del gran público que cualquier versión será directamente comparada y siempre palidecerá en esa confrontación.

Por eso, cuando uno sale de casa para ver "Norma", en la versión que está presentando Ópera de Oviedo en el Campoamor o en cualquier otra, lo hace sabiendo que va a ver la ópera en la que se canta la "Casta Diva", pero también lo hace sabiendo que no es María Callas quien va a hacerlo. De manera que hay un prejuicio implícito inevitable a la hora de afrontar esta obra en directo.

Sin embargo, resulta que luego llegas al teatro y te encuentras que "Norma" es una ópera monumental, no sólo un fragmento de esta. Que tiene una obertura maravillosa. Que el coro se pasa buena parte de la función sobre el escenario y que están mejor de lo que les hemos oído cantar nunca: rotundos, fuertes, con muchísima personalidad. Que el papel del tenor lo interpreta José Bros, y que eso en el Oviedo de los 20 últimos años es como volver a casa después de un viaje largo. Que la partitura de "Norma" tiene momentos bellísimos, varios dúos muy memorables, especialmente el de Norma y Adalgisa, que es un milagro de armonía. Y sí, señoras y señores, además cantan el "Casta diva". Y, en este caso, lo canta una mujer tan inteligente y con una voz tan bonita, tan personal como Francesca Sassu, que se aleja de la versión de la Callas para ofrecer un enfoque distinto, más etéreo, vaporoso, dulce, más de virgen blanca. Otro punto de vista.

Así que tenemos una ópera de Bellini con un aria top, tenemos a la Sassu y a Pepe Bros, tenemos a Paola Gardina y Giacomo Prestia cantando muy bien ambos para redondear el elenco. Tenemos la mejor versión del coro, la Oviedo Filarmonía y el Campoamor. Muy buenos mimbres para pasarlo bien. De manera que, si bien por algunos de esos prejuicios mencionados, quizá también por otros, el público de la segunda función comenzó un poco frío y receloso, acabó aplaudiendo con ganas. Porque cuando ves algo que te gusta, aplaudes. Ese fue el impulso natural de un público con criterio propio.

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