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Eva Vallines

Crítica / Teatro

Eva Vallines

Shakespeare in love

Los asturcántabros de Hilo Producciones consiguen una vez más acercar con éxito el legado shakespeariano al gran público. A ritmo de Camilo Sesto irrumpen en escena los cuatro intérpretes generando un subidón de energía que ya no decaerá en toda la función. La trama de "La fierecilla domada" sufre una eficaz y adecuada estilización realizada por Sandro Cordero, muy ducho ya en estas lides, que se centra en la línea de acción principal, las tribulaciones de un padre para casar a su primogénita, una mujer rebelde e inteligente y, ¡horror!, "que piensa por sí misma". Sandro encarna con maestría a Petruchio, un buscavidas bravucón y con mucha coña, que emprende la ardua tarea de conquistar a Catalina, a quien da vida Laura Orduña, una mujer furiosa y caprichosa, que va transformándose gracias a las artimañas de su pretendiente.

El padre de la protagonista es interpretado con poses y maneras de la Commedia dell’Arte y bigotón con goma de astracanada por Enrique Dueñas, que gracias a su increíble versatilidad da vida también a un cura muy "Bartolo" y a algún criado más. Ana Blanco es Hortensia, una alcahueta trasunto del Hortensio amigo de Petruchio en el original y que aquí cumple un importante papel como resabiada mediadora, personaje que alterna con una criada a lo Lina Morgan gallega y un sastre y sombrerero maltratados. El resto de personajes de la trama secundaria, como son Blanca, la hermana modosita y su pretendiente, se resuelven con un maniquí y un calcetín con acento uruguayo. Imaginación y creatividad al poder y mucha ironía y reflexión metateatral en la parábasis donde los actores se dirigen al público y lamentan la escasez de recursos de las pequeñas compañías. Un buen trabajo con una interpretación brillante, un ritmo vertiginoso y tono desenfadado, salpicado de ráfagas de música discotequera e hilarantes skeches de Sandro convertido en Joe Cocker o cheerleader. Para eludir la moraleja misógina, el monólogo final de Catalina es pronunciado por ambos cónyuges y se convierte en un alegato a favor del amor y contra la sumisión.

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