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El análisis de la situación azul: el Oviedo se olvida de crecer

El equipo apuntaba al inicio de curso a candidato al play-off si pulía algunos defectos, pero la sensación ahora, a doce partidos del final, es que no ha evolucionado y presenta los mismos problemas que en septiembre

Obeng persigue a Borja García en el partido del domingo. | Área 11

En septiembre y octubre, aquel Oviedo se mostraba competente en defensa, fuerte en el duelo y contaba con Bastón, corsario del área, como elemento para marcar diferencias. La sensación era que a poco que el equipo evolucionara, que mejorara en el trato de la pelota o que lograra que los Pombo o Montiel entraran en dinámica, el Oviedo se convertiría en candidato al ascenso. Montilivi, como resumen de las últimas semanas, supone el mejor ejemplo de que la mejora sigue pendiente, que el equipo conserva sus virtudes pero ha sido incapaz de pulir sus defectos. A 12 jornadas del final queda la sensación de que el Oviedo mantiene los mismo problemas que allá por septiembre.

Estar en el play-off, por supuesto, exige algo más. Un paso que el Oviedo hasta la fecha ha sido incapaz de completar. El equipo sigue mostrando cosas buenas. Bastón es el mayor dominador del área que se ha visto en varios años. Los centrales, por fin, forman una pareja de garantías. La base de la casa da ese plus necesario, con Borja, en sus tardes inspiradas, y en las que no con destellos, marca diferencias. Brugman se ha erigido como un baluarte en el centro.

Pero los defectos no se han paliado durante el curso: el equipo sufre en la construcción, hay pocos atacantes que aporten goles y la segunda unidad, los Pombo, Montiel y compañía, han permanecido en un segundo plano todo el año, culpa aquí compartida entre los futbolistas, siempre pueden poner más de su parte, y el entrenador, que no ha sabido concederles su espacio para poder sumar.

Obeng, ante el Girona. | Área 11

Y eso que el Oviedo ha tenido oportunidades únicas para dar ese paso. Le sucedió ante el Huesca en el Tartiere, también contra la Real B, choques con guiones muy diferentes pero con una sensación similar: si el Oviedo quiere estar en el play-off no puede desaprovechar ocasiones de tal magnitud. Frente a los oscenses, tras un 3-0 a favor en la media hora más perfecta del curso, el equipo se descompuso en un desmayo de difícil explicación. Contra el Sanse, el día que una victoria le hubiera colado en el sexto puesto, con todo lo que eso significa desde el punto de vista emocional, los de Ziganda mostraron su debilidad ante rivales que les cede el protagonismo.

Lo de Gerona fue diferente. Porque, y en eso tiene razón Ziganda, el cómputo general del choque arroja un saldo igualado, un partido con momentos en el que los azules tuvieron opciones de salir con algo que festejar. Pero todo queda condicionado por una puesta en escena para olvidar.

Preguntado al final del choque por las razones del mal inicio, el Cuco reconoció que se trataba de un problema de “planteamiento” y también de “ejecución”. En su cabeza, el Oviedo incomodaría la salida de balón de los catalanes con un centro del campo minado. En la realidad, el Girona campó a sus anchas convirtiendo las rendijas del sistema defensivo azul en autopistas con destino a Femenías. El planteamiento de Ziganda, que rectificó a los 30 minutos introduciendo a Luismi como tercer central, naufragó ante el juego milimétrico en el pase de los de Míchel, que pudieron salir de ese impulso inicial con más ventaja en el marcador.

Después el equipo mejoró, sí, y compitió, también es cierto, pero las finales por el play-off exigen algo más que eso. Se esperaba a un Oviedo maduro en Montilivi y solo se vio un resumen perfecto de su trayectoria en el campeonato: un equipo con varias armas poderosas, con buenas intenciones, que sin embargo no es capaz de pulir sus defectos.

Lo que debía ser una virtud, las variantes tácticas, parece ahora sumir al equipo en el desconcierto, como se vio en la salida de Montilivi

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A la combinación de factores, fortalezas menos debilidades, se le suma en los últimos tiempos el intento de Ziganda por darle al equipo más registros tácticos, un Oviedo camaleónico que muta de tres centrales, al 4-4-2 y se arma de pronto con 3 centrocampistas puros. Lo que debía ser una virtud parece ahora sumir al equipo en el desconcierto, como se vio en la salida de Montilivi, una inferioridad táctica tan evidente que el 1-0 en los primeros 20 minutos les supo a los azules a mal menor.

El equipo parece tocado, aunque la competición, más aún la impredecible Segunda División, siempre ofrece segundas oportunidades. Y la situación liguera no es para nada definitiva. Pero, a la luz de las últimas experiencias, cuesta creer en una reacción azul. Para colarse entre los seis primeros, el objetivo que todos anhelan en el club, el Oviedo deberá hacer un esfuerzo de puntuación no visto hasta ahora.

En septiembre y octubre, aquel Oviedo se mostraba competente en defensa, fuerte en el duelo y contaba con Bastón, corsario del área, como elemento para marcar diferencias. La sensación era que a poco que el equipo evolucionara, que mejorara en el trato de la pelota o que lograra que los Pombo o Montiel entraran en dinámica, se convertiría en candidato al ascenso. Montilivi, como resumen de las últimas semanas, supone el mejor ejemplo de que la mejora sigue pendiente, que el equipo conserva sus virtudes, pero ha sido incapaz de pulir sus defectos. A doce jornadas del final queda la sensación de que el Oviedo mantiene los mismos problemas que allá por septiembre.

Estar en el play-off, por supuesto, exige algo más. Un paso que el Oviedo hasta la fecha ha sido incapaz de completar. El equipo sigue mostrando cosas buenas. Bastón es el mayor dominador del área que se ha visto en varios años. Los centrales, por fin, forman una pareja de garantías. La base de la casa da ese plus necesario, con Borja, en sus tardes inspiradas, y en las que no con destellos, marcando diferencias. Brugman se ha erigido como un baluarte en el centro.

Pero los defectos no se han paliado durante el curso: el equipo sufre en la construcción, hay pocos atacantes, al margen de Bastón, que aporten goles y la segunda unidad, los Pombo, Montiel y compañía, han permanecido a la sombra todo el año, culpa aquí compartida entre los futbolistas, siempre pueden poner más de su parte, y el entrenador, que no ha sabido concederles su espacio para poder sumar.

Y eso que el Oviedo ha tenido oportunidades únicas para dar ese paso. Le sucedió ante el Huesca en el Tartiere, también contra la Real B, choques con guiones muy diferentes, pero con una sensación similar: si el Oviedo quiere estar en el play-off no puede desaprovechar ocasiones de tal magnitud. Frente a los oscenses, tras un 3-0 a favor en la media hora más perfecta del curso, el equipo se descompuso en un desmayo de difícil explicación. Contra el Sanse, el día que una victoria le hubiera colado en el sexto puesto, con todo lo que eso significa desde el punto de vista emocional, los de Ziganda mostraron su debilidad ante rivales que les cede el protagonismo.

Lo de Gerona fue diferente. Porque, y en eso tiene razón Ziganda, el cómputo general del choque arroja un saldo igualado, un partido con momentos en el que los azules tuvieron opciones de salir con algo que festejar. Pero todo queda condicionado por una puesta en escena para olvidar.

Preguntado al final del choque por las razones del mal inicio, el Cuco reconoció que se trataba de un problema de “planteamiento” y también de “ejecución”

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Preguntado al final del choque por las razones del mal inicio, el Cuco reconoció que se trataba de un problema de “planteamiento” y también de “ejecución”. En su cabeza, el Oviedo incomodaría la salida de balón de los catalanes con un centro del campo minado. En la realidad, el Girona campó a sus anchas convirtiendo las rendijas del sistema defensivo azul en autopistas con destino a Femenías. El planteamiento de Ziganda, que rectificó a los 30 minutos introduciendo a Luismi como tercer central, naufragó ante el juego milimétrico en el pase de los de Míchel, que pudieron salir de ese impulso inicial con más ventaja en el marcador.

Después el equipo mejoró, sí, y compitió, también es cierto, pero las finales por el play-off exigen algo más que eso. Se esperaba a un Oviedo maduro en Montilivi y solo se vio un resumen perfecto de su trayectoria en el campeonato: un equipo con varias armas poderosas, con buenas intenciones, al que sin embargo no le llega para una empresa tan ambiciosa.

A la combinación de factores, fortalezas menos debilidades, se le suma en los últimos tiempos el intento de Ziganda por darle al equipo más registros tácticos, un Oviedo camaleónico que muta de tres centrales, al 4-4-2 y se arma de pronto con tres centrocampistas puros. Lo que debía ser una virtud parece ahora sumir al equipo en el desconcierto, como se vio en la salida de Montilivi, una inferioridad táctica tan evidente que el 1-0 en los primeros 20 minutos les supo a los azules a mal menor.

El equipo parece tocado, aunque la competición, más aún la impredecible Segunda División, siempre ofrece segundas oportunidades. Y la situación liguera no es para nada definitiva. Pero, a la luz de las últimas experiencias, cuesta creer en una reacción azul. Para colarse entre los seis primeros, el objetivo que todos anhelan en el club, el Oviedo deberá hacer un esfuerzo de puntuación no visto hasta ahora.

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