El pronóstico de las pacientes intervenidas de cáncer de mama venía condicionado, tradicionalmente, por su TNM. O sea, el tamaño del tumor y la existencia de adenopatías axilares malignas o de metástasis "a distancia". Posteriormente, se establecieron ciertos criterios para decidir el tratamiento complementario en pacientes con ganglios axilares infiltrados por el tumor. Se indicaba quimioterapia en las pacientes premenopáusicas, prescindiendo de la existencia (o no) de receptores estrógeno (ER positivo o negativo) y en pacientes posmenopáusicas con ER negativos; al igual que hormonoterapia, en pacientes posmenopáusicas con ER positivos (criterios de Saint Gallen).

Ese esquema de tratamiento se ha aplicado por consenso de los oncólogos especialistas durante décadas. No obstante, estos criterios no se adaptaban a un sector mal definido (gris) de pacientes; generándose dudas sobre el tratamiento complementario preciso y, especialmente, respecto la quimioterapia (por sus previsibles efectos secundarios).

Ante este dilema, el estudio de los genes causantes de la proliferación y degeneración tumoral aporta un método teóricamente más preciso para predecir el pronóstico de las pacientes y el posible riesgo de sufrir una recidiva (recaída) tumoral; sea local, regional o a distancia.

Hace unos meses, Josep Baselga, especialista del Memorial Sloan Kettering Cancer Center, de Nueva York, informaba en España sobre el ensayo clínico "TAYLOR-X", en el que participa su hospital. El estudio abarcó 10.000 pacientes entre 18 y 75 años intervenidas de cáncer de mama en fase inicial y de buen pronóstico (con receptores ER positivos, gen HER-2 negativo y sin invasión axilar) que podrían eludir la quimioterapia.

Con ese propósito, se realizó el test genómico "ONCOTYPE-DX" sobre cada biopsia tumoral y se analizó la actividad de 21 genes implicados en el crecimiento del tumor.

El profesor Baselga precisó que las pacientes con baja puntuación (hasta 10 puntos) no eran tributarias de una quimioterapia adicional a la hormonoterapia; mientras que en el grupo intermedio (gris) de pacientes con puntuación entre 11-25 puntos (6.711 casos, 69 por ciento del colectivo global analizado), se les asignó aleatoriamente (al azar) un tratamiento con quimio-hormonoterapia o sólo hormonoterapia. Tras nueve años de seguimiento, se logró una supervivencia sin diferencias estadísticamente significativas entre ambos colectivos de tratamiento (93,9-93,8 por ciento, respectivamente); ratificándose con "parámetros genómicos" la innecesaria indicación de quimioterapia en el grupo intermedio. Luego, en pacientes con más de 26 puntos, la quimioterapia adicional a la hormonoterapia era obligada.

Según los autores del estudio, "mediante este test, se puede evitar la quimioterapia en un 70 por ciento de estas pacientes", lo que implica un ahorro para la sanidad (pública o privada). Por este motivo, el test está patentado y utilizado rutinariamente en EE UU. En España, su instauración está en fase inicial y se financia en la sanidad pública de cuatro comunidades autónomas: Cataluña, Madrid, Valencia y País Vasco. Mientras tanto, en la sanidad privada su coste es de 3.200 euros.

A mi juicio, estos resultados son excesivamente triunfalistas. Según los criterios oncológicos clásicos de Saint Gallen, las pacientes de este estudio incluidas en el grupo con más de 26 puntos serían escasas. Así, por norma, en pacientes con cáncer de mama precoz y de buen pronóstico se contraindica la quimioterapia tras la cirugía. Por ello, este método de cribado del tratamiento complementario basado en parámetros genómicos también podría indicarse en las pacientes con adenopatías axilares positivas (afectadas por tumor) y, si en tales casos fueran eficaces, su utilidad sería indiscutible.

En esta misma línea, otro test genómico actualmente disponible es el "MAMMAPRINT". Se indica también a pacientes con cáncer de mama precoz, aunque se distingue del anterior por su mayor cobertura (70 genes analizados), criterios de selección más completos y menor coste. Así, se emplea tanto en cánceres ER positivos como negativos, y hasta en pacientes con 1-3 ganglios axilares positivos, implicando un coste de 2.000 euros.

Basado en mi pasada experiencia como médico-cirujano especializado en esta patología durante varias décadas, entiendo que las actuales pruebas genómicas aportan el avance científico de seleccionar las pacientes tributarias de quimioterapia mediante parámetros distintos a los convencionales; aunque, en la "nueva era" de la lucha contra el cáncer de mama, debería primar la prevención personalizada, basada en una terapia génica.

Así, en un futuro, resulta previsible que un análisis genético capaz de identificar genes con mutaciones congénitas (o adquiridas) de pacientes sanas podrá complementarse con terapias génicas que reparen dichas mutaciones, evitando la caótica proliferación celular que genere este (o cualquier otro) tipo de cáncer.

En definitiva, cuando en pacientes sanas se asocie un completo estudio del genoma con terapias génicas eficaces, el tratamiento convencional del cáncer (incluido el de mama) quedará obsoleto. Mientras tanto, los avances en esta línea deberían considerarse con cautela, evitando optimismos desmesurados que inviten a la excesiva comercialización.