Hace décadas que los japoneses practican el "Shinrin-yoku", o lo que es lo mismo, los "baños de bosque". Y su influencia está llegando al resto del mundo. Esta medicina de los bosques parte de la comunión que muchas comunidades han buscado siempre con la naturaleza -inspirada en diversas tradiciones filosóficas, culturales y religiosas-, pero ahora se ve ratificada esa idea por los estudios de algunos inmunólogos nipones que ven en los paseos por entornos de arboledas un beneficio concreto en la presión arterial, los niveles de cortisol o la concentración en la sangre de un tipo de células que contribuyen a la lucha contra las infecciones, por citar sólo algunas indicaciones.

Es decir, que a parte de la relajación mental que proporciona un paseo, igual que cualquier otra actividad que induzca a una desconexión natural y de disfrute con los problemas del día a día, los "baños de bosque" tienen de añadido, según algunos expertos, que se consigue esa relajación mientras el paseante respira "las sustancias volátiles presentes en la madera y aceites esenciales, que son antimicrobianos naturales". También tendría relación -según los mismos pensadores- con el hecho de que las funciones fisiológicas del hombre de alguna manera siguen regidas por la vida en entornos naturales, que en muchas comunidades ya sólo se practica si es recetada como terapia. Y ahí vamos.

La Agencia de Bosque de Japón, la primera entidad en reconocer los beneficios de estos entornos en la relajación, la tensión y el estrés, propuso en 1982 la incorporación de los baños de bosque a un estilo de vida saludable, y en la última década el país lleva invertidos muchos millones de dólares en investigación científica sobre estos efectos terapéuticos. Y todo ha llevado a que el país tenga ya cerca de medio centenar de parques y entornos acreditados para la práctica del "Shinrin-yoku". Por no ir tan lejos, también en España hay comunidades -como la catalana- con entidades que quieren aprovechar esta senda. Allí, en Cataluña, ya están identificando algunos de sus espacios para vincularlos con las prácticas saludables que soplan desde Oriente.

Así que ahí tiene Asturias un filón que explortar, llegado el caso. Carbayedas, encinares, hayedos, alcornocales... pueden ser fuente de salud además de belleza intrínseca.

Y sólo hay que dejarse orientar para que algunos de los muchos conservacionistas, naturalistas, montañeros o expertos rurales que pueblan la región nos pongan sobre la pista de esas fuentes de salud que ahora, en pleno otoño, presentan además una de sus mejores versiones. A continuación se recogen cuatro interesantes propuestas a tener en cuenta. En este caso, recomendación de Manuel Blanco y Sonia Romo, autores del libro recién publicado "31 Rutas senderistas por Asturias. Itinerarios por los Espacios Naturales Protegidos". El Bosque de Peloño, la Ruta de los Molinos, la Ruta del Agua y Cascada de Salgueira y la Cascada del Tabayón son cuatro aperitivos para empaparse de baños del bosque y empezar a curar.