Entrevista | José Antonio Vega Álvarez | Catedrático de Anatomía y Embriología Humana y Decano de la Facultad de Medicina de Oviedo, ingresa como miembro de número en la Real Academia de Medicina de Asturias

"Me preocupa que la enseñanza de la medicina no se produzca en el aula, sino en el teléfono móvil"

"Las generaciones jóvenes de médicos se caracterizan por la superespecialización, por saber mucho de muy poco, de un aspecto muy restrictivo; puede suceder que al final no sepan nada de nada"

José Antonio Vega Álvarez, en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA

José Antonio Vega Álvarez, en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA / Irma Collín

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

José Antonio Vega Álvarez nació en 1957 en Santa Marina del Rey, pueblo leonés emplazado en la ribera del río Órbigo. En mayo cumplirá 67 años. Es catedrático de Anatomía y Embriología Humana de la Universidad de Oviedo y, desde hace dos años, decano de la Facultad de Medicina. El próximo jueves, día 21, ingresa en la Real Academia de Medicina y Cirugía del Principado de Asturias como miembro de número. El acto se celebrará en el salón de actos del Colegio de Médicos de Asturias (Plaza de América, 10, Oviedo), a las 20.00 horas. Su discurso lleva por título: "Ciencia y postguerra de Asturias: los que vinieron (Vicente Jabonero) y los que no se quedaron (Ramón Álvarez-Buylla)".

Hablando de "los que vinieron", ¿cómo llegó usted a Oviedo?

León pertenecía al distrito universitario de Asturias y León y me tocó la Facultad de Medicina de Oviedo. Pero mi intención primera fue estudiar periodismo y empecé en Lejona, Vizcaya, en la Universidad del País Vasco. Pero al cabo de un mes hice traslado de matrícula viva, o sea, sin pagar una nueva matrícula, como ahora sería obligatorio, de Bilbao a Oviedo para hacer medicina. Hablo de 1974.

¿Por qué medicina?

No lo sé, no lo tengo muy claro. No tengo antecedentes familiares médicos ni sanitarios. Influyó muchísimo en mí el médico de mi pueblo, Prudencio Barroso, que era amigo del alma de Vicente Vallina, traumatólogo asturiano que tenía a sus hijos internos en el colegio de los agustinos y todos los fines de semana iban a comer a mi pueblo. Me gustaba muchísimo la biología, pero los conceptos de ayuda, de entrega, de todo lo que se le supone de valores añadidos a la profesión médica, si los tenía era porque los había aprendido en casa, no por antecedentes familiares médicos.

¿Llega a la Facultad de Medicina de Oviedo y...?

Era 1974, un año bastante conflictivo. Fue el famoso "año juliano", cuando el curso había durado de enero a junio, y después en septiembre arrancamos los del curso normal, por lo cual nos solapamos prácticamente dos cursos completos.

La reforma de aquel ministro de Educación tan breve, Julio Rodríguez, duró muy poco...

Duró seis meses. Sucedió aquella anécdota de que Franco dijo que nombraran a Julio Rodríguez Villanueva, asturiano, que era rector de la Universidad de Salamanca, pero se equivocaron y nombraron a otro Julio Rodríguez... Años más tarde, traté bastante a Julio Rodríguez Villanueva, que era un hombre superafable y contaba historias preciosas de la España de los años 50, con José María Albareda dirigiendo el CSIC. En mi discurso de ingreso, insistiré en que hay que hablar del exilio, obviamente, de lo que se perdió por la gente que tuvo que marcharse de España, pero es imposible que sucediera lo que sucedió si no contamos con el talento que se quedó aquí. De alguna manera, Albareda fue un continuador de la Junta de Ampliación de Estudios. Lo que sí que se acaba, en mi opinión, es con el espíritu, entre comillas, de la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Pero no puede hablarse de una interrupción o de un arrasamiento totales, aunque sí de una poda descomunal. Y de ahí venían gente como Antonio Pérez Casas o Vicente Jabonero, que nos formaron a nosotros.

¿Había ciencia importante en Asturias?

En Asturias hay tres señores que en los años 40, 50 y 60 publican con regularidad en las mejores revistas del mundo: Vicente Jabonero, que se dedicaba a la histología, al estudio de los tejidos; Fernando Bordallo, que era un otorrino de Avilés y había sido discípulo de Jabonero; y un ginecólogo segoviano afincado aquí, Ernesto Macías.

¿Qué hizo al terminar la carrera?

Acabé la carrera en 1980 y me doctoré en 1982, pero ya estaba desde 1976 como alumno interno en la Facultad de Medicina. Tengo nóminas de la Universidad de Oviedo de 300 pesetas al año. Hice la tesis doctoral con Antonio Pérez Casas y Esperanza Bengoechea. Después me fui a hacer una estancia postdoctoral a Praga, con Malinowsky, que en aquel momento dirigía la escuela más potente del mundo de histología del corpúsculo sensitivo. Estuve en los años 86 y 87. Y antes había estado tres meses en Grenoble. Estando en Praga, apliqué para una beca en Italia y me fui a la Universidad de La Sapienza, de Roma, y trabajé también en la Universidad de Tor Vergata y en el Istituto Superiore per la Sanità. En Italia estuve de forma intermitente cerca de diez años: venía a Oviedo a dar mis clases y volvía a Roma. En ese periodo, di también clases en las universidades de Bari, Milán, Nápoles y Messina. En esos intervalos, en 1986 obtuve plaza de profesor titular de la Universidad de Oviedo.

¿Cuántos idioma habla?

Castellano, inglés bastante bien, francés bastante bien, el italiano lo hablo perfectamente y creo que si me pongo a hablar en portugués me defendería... Lo que aprendí de checo se me ha olvidado. Regresé a Oviedo, pero me pusieron difícil la progresión. Me fui dos meses a la Universidad Rockefeller, de Nueva York. Juan Vázquez me nombró director del área de socioculturales en el año 2000 y estuve hasta septiembre de 2003. En ese momento, me hicieron una oferta económica y profesional que no podía despreciar y me fui a Madrid, a fundar la Facultad de Medicina del CEU San Pablo. Lo hice con la ayuda de Eduardo López de la Osa y de nadie más. Estuve allí tres cursos completos durante los que hice estancias fuera en los veranos y publiqué tres artículos buenos. En ese tiempo, me habilité de catedrático. A principios de 2008 se celebró el concurso de la cátedra y la saqué. Después volví a ser director de actividades culturales de la Universidad, o sea, que repetí el mismo cargo veinte años más tarde, con Ignacio Villaverde como rector. Pero estuve muy poco tiempo, incluso menos que mi vicerrectora, Carmen Adams, que dimitió poco después que yo.

¿En qué investiga?

El 80 por ciento de lo que hago es sistema nervioso periférico. Dirijo el grupo de sistema nervioso periférico de la Universidad de Oviedo. Investigo sobre todo en tacto: en morfología y fisiología del tacto. En lo que es morfología de los corpúsculos sensitivos, nuestro grupo probablemente sea el más potente del mundo, junto con el de Harvard, pero nuestros estudios son solo en humanos.

Permita un chiste malo: ¿Estudiar el tacto otorga más tacto, más mano izquierda?

Creo que tengo más empatía que tacto (risas). Mi madre dice de mí que tengo ataques de innecesaria sinceridad (risas).

Volvamos a lo serio. ¿Cuál es la clave del tacto?

Los canales iónicos mecanosensibles que hay en los corpúsculos sensitivos que tenemos en la piel y en otros muchos sitios. Estos canales iónicos le valieron el Nobel de Medicina a Ardem Patapoutian en 2021. Cuando la piel se presiona, se abren los canales mecanosensibles en las células de los corpúsculos sensitivos, entra el calcio, se desencadena un potencial de acción y eso determina que sepas que estás tocando un objeto y lo reconozcas. Una de las grandísimas contribuciones a la ciencia de Ramón Álvarez-Buylla fue descubrir el potencial del receptor en los corpúsculos de Pacini, sobre los que yo he trabajado toda la vida. Y si Ramón investigó la fisiología de ese corpúsculo, Vicente Jabonero estudió su histología.

¿Qué son esos corpúsculos?

Son formaciones nerviosas sensitivas: lo que tienes debajo de la piel, debajo del pelo, y que te hace sentir el frío, el calor, el tacto, la presión, la vibración, que algo es rugoso o liso...

¿Cómo llega a decano de la Facultad de Medicina?

Pues llegué por convencimiento propio y por ayudar en la Facultad. Habíamos tenido decanatos muy efectivos gestionando pero que habían prestado menos atención, al menos desde mi punto de vista, a otros aspectos, como potenciar a los profesores jóvenes, animarles a que se acrediten, que consigan titularidades y cátedras...

¿Y cómo va la cosa?

Poco a poco, parece que lo vamos consiguiendo. Se está acreditando gente de titular; de catedrático, solo hay uno. Hasta ahora se han acreditado, si no me falla la memoria, diez titulares y un catedrático. Algunos están aun sin plaza, porque los concursos tienen que celebrarse en régimen de plazas vinculadas, y eso lleva tiempo.

¿Es muy difícil que un médico siga carrera docente?

Si, porque hay pleno empleo y dedicarse a la docencia universitaria, si no es absolutamente vocacional, no compensa económicamente. No obstante, muchos médicos están desarrollando una buena docencia. No es igual ser profesor que dar clase. Yo puedo dar mañana una clase de derecho administrativo si me prestan unas diapositivas y me las ordenan bien, y yo las leo. Con la experiencia que tengo las espaldas y un poco de entonación, a lo mejor hasta engaño a los alumnos. Pero pobre de mí como un alumno levante a la mano y pida una aclaración, porque voy a ser incapaz de responderla. Mi prioridad ha sido animar a la gente y rejuvenecer plantillas, y eso creo que se está haciendo. El equipo decanal es joven, con gente de 40 años e incluso menos. Y otra prioridad ha sido algo que parece que denostamos, que es reconocer a la gente que es buena. A la gente que es buena hay que reconocerla. No todos somos iguales. Dios no repartió los mismos talentos. Para ello hemos creado los premios "Egregie Munia" para distinguir a nuestros alumnos más brillantes que ya andan por el mundo.

¿Cómo ve el perfil actual del estudiante de medicina?

Hay una parte muy importante de nuestros alumnos que no vienen por una vocación o una inclinación fuerte por la medicina, sino porque tienen una nota muy alta en el Bachillerato y la EBAU. Hay mucho absentismo en las clases. Seguramente los profesores empleamos métodos que no son los que los alumnos quieren, pero de ahí a que la transmisión del conocimiento no se produzca en el aula, sino en el teléfono móvil, también me preocupa. El estudiante de medicina tiene un nivel de frustración mínimo. Quieren inmediatez absoluta en todo. Me preocupa muchísimo. De alguna manera, la Facultad de Medicina es una academia que ayuda a preparar el examen MIR. Los propios alumnos dicen que la medicina ya la aprenderán con la experiencia. Me parece un error básico.

¿Y qué se puede hacer?

Los profesores tenemos que adaptarnos. No podemos seguir dando clases magistrales, que a los alumnos no les interesan para nada. Pero a lo mejor no tenemos ni la preparación ni la metodología adecuada para hacerlo de otra forma. Tengo fama de buen docente y he llegado a dar clase para dos alumnos. Lo que queremos todos los profesores es conectar con los alumnos, que vengan a clase porque les merece la pena. No solo por la parte de contenidos que el profesor transmita, sino por lo que piensa, por lo que dice, por cómo se comporta, por cómo motiva a sus estudiantes, por cómo encarna y transmite valores...

¿Qué están haciendo las grandes facultades de medicina?

Las grandes facultades de la Estados Unidos tienen la misma preocupación que nosotros, con el matiz de que allí los alumnos pagan 100.000 dólares al año. Esta situación es totalmente global.

¿Tampoco van a clase?

Tampoco van a clase, no les preocupa demasiado la formación. Y si la quieren, la quieren por métodos que no son nada convencionales, incluso por TikTok, o con lecciones grabadas que duren un máximo de tres o cuatro minutos, o con el uso de inteligencia artificial para comprimir capítulos de libros y que les extraiga directamente la sustancia. Pero también es cierto que luego llegan a los hospitales y son unos excelentes médicos residentes. Las generaciones jóvenes se caracterizan por la superespecialización, por saber mucho de muy poco, de un aspecto muy restrictivo. Puede suceder que al final no sepan nada de nada.

¿Qué significa para usted ser miembro de número de la Real Academia de Medicina de Asturias?

El reconocimiento a que alguna cosa habré hecho bien. Lo que sí quiero es que sea un acto más académico que social.

¿Su mayor motivo de orgullo?

Haber dirigido 70 tesis doctorales y haber contribuido a la formación de un buen puñado de profesionales de la sanidad y de otros investigadores. Tres de mis discípulos ya son catedráticos.

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