La oportunidad de pensar en grande

Un regidor que tenía en la cabeza y en la práctica todo el municipio, y que primó siempre la atención a la zona rural

Manuel Villa

Manuel Villa / NACHO OREJAS

Guillermo Martínez

Guillermo Martínez

Supongo que la tradicional visita escolar a tu ayuntamiento tiene siempre recuerdo e impacto, más aún si a finales de los años ochenta el acalde te pregunta nombre y apellidos y de forma inmediata te decía dónde vivías, quiénes eran tus padres y dónde cursabas estudios. Allí estaba el alcalde, respondiendo a nuestras preguntas e incentivando nuestro interés por los asuntos públicos. Era Manolo Villa en persona.

A pesar de que en política es habitual que todos los tiempos se fundan en el presente, nadie podría entender las transformaciones de Siero sin el impulso de Manolo Villa, que durante cuatro legislaturas encabezó un proyecto modernizador en un municipio al que desbordaba el crecimiento al mismo tiempo que todos sus equipamientos e infraestructuras se le iban quedando pequeños. Era un momento en que casi todo estaba por hacer y no había tiempo que perder. La inquietud por su propia formación dio paso a un liderazgo que expresaba sin tapujos –y a veces con mucho carácter– ideas avanzadas cultivadas fuera y dentro, e iba trazando con sus decisiones lo que hoy sería el cuarto municipio de Asturias.

Vivió también las vicisitudes de ese huracán en que a veces se convirtió el espacio público sierense, pero creyó en las oportunidades de pensar en grande, de nuestro papel y contribución en Asturias, de la fortaleza de la unidad sobre la fragmentación interesada de la que siempre alguien sacaba partido, y de la necesaria utilidad de la política. Reforzó nuestros servicios públicos, supo ver nuestra dimensión residencial, nuestro potencial logístico e industrial, el peso de la tradición de haber sido el primer municipio minero de Asturias. Tenía en la cabeza y en la práctica todo el municipio, y primó siempre la atención a nuestra zona rural.

La dimensión local de la política muestra con más pureza que ninguna los requisitos de la buena acción pública: conocimiento de los temas –se sabe que Manolo conocía todas las infraestructuras de agua y saneamiento de memoria–, inquietud intelectual unida a un deseo de aplicar un proyecto político, cercanía y honradez.

Conté siempre con su respeto, con su consejo y con su apoyo. Se lo agradezco como exalcalde, y también como vecino. Y así estoy seguro que también muchos vecinos y vecinas, porque las lealtades pasajeras simplemente no lo son. Desde su parroquia, Santiago de Arenas, puede contemplarse a la vez y con cielo despejado, los Picos de Europa y el mar Cantábrico. Eso es lo que hizo Manolo, ampliar los horizontes de Siero. Gracias.

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