LOS NUEVOS ALUMNOS

Cambian las tendencias en el mercado laboral, pero también es necesario implicar a los estudiantes en su proceso formativo mediante una continua interacción entre los docentes y los discentes, confirman rectores y ex rectores. Y con un nuevo objetivo: dotar generosamente el presupuesto destinado a ayudas y becas para que los estudiantes puedan serlo a cuerpo entero. «En el Instituto de Empresa tenemos una reserva de 4 millones de euros en becas y existe un sistema de préstamos», explica Rafael Puyol. Una propuesta que para el rector de la Menéndez Pelayo debería extenderse a todas las universidades españolas. «Los buenos estudiantes y los buenos profesores son los que marcan la diferencia, y nosotros los tenemos, gente de menos de 40 años que dan clase en España y que ya pasaron por universidades extranjeras», arguye Salvador Ordóñez. Pero ¿cómo retener ese talento? «Ahí los profesores tenemos un reto, el de adaptarnos a alumnos que sean de otra manera, aprender los nuevos modos de relacionarse, buscar fórmulas de implicación», sostiene Vázquez. Las nuevas generaciones se acercan a la ciencia de una forma diferente. La lectura y las nuevas tecnologías son dos de las propuestas de los rectores para captar ese talento potencial. Y los docentes vuelven, sin querer, de nuevo, a ser los protagonistas del debate.

LA ACREDITACIÓN

Gregorio Peces-Barba, ausente este año en la parte central del coloquio, plantea la cuestión a partir de una rotunda opinión personal: «La acreditación del profesorado universitario es un sistema perverso, injusto y pone en riesgo a la Universidad». El procedimiento cuestionado por el que fuera rector de la Universidad Carlos III responde al Real Decreto 1312/2007 que establece que los profesores universitarios que deseen ejercer la docencia en instituciones españolas de Educación Superior deberán superar un proceso de acreditación que será el mismo en todo el territorio nacional. Según esta norma, el personal universitario se agrupará bajo dos figuras: catedráticos y profesores titulares de Universidad. El modelo de acreditación nacional sustituye al proceso de habilitación y está basado en los criterios de igualdad, mérito, capacidad y transparencia, muy cuestionados, no obstante, por los responsables académicos. Gotor mantiene que lograr la acreditación es muy fácil: «No es un sistema que en muchos casos te aclare si la gente es valiosa o no». La siguiente barrera llega a la hora de convocar las plazas. Un punto en el que Juan Vázquez reflexiona acerca de la autonomía universitaria y las presiones de determinados grupos de poder. «Si entre los acreditados la Universidad fuera capaz de elegir, el sistema sería coherente. El problema es que los rectores tienen encima la presión de sus bases», subraya. Sólo en la Universidad de Oviedo hay más de 60 catedráticos acreditados a la espera de que se convoquen nuevas plazas. «¿Qué presupuesto tengo que tener para hacer frente a eso?», se pregunta Gotor. Villa Cellino mantiene que esas plazas no deberían generar listas de espera en una Universidad concreta, sino que deberían abrirse a todo el ámbito nacional. «No es un problema del sistema, sino de las personas», interviene Salvador Ordóñez, frente a la opinión de Peces-Barba.

El gran error de la acreditación, dice Rafael Puyol, es no haber logrado erradicar «la profunda endogamia» que existe en la Universidad española. «La ha agravado», remarca. «Porque todos quieren ser catedráticos sin salir de su Universidad», replica Ordóñez. Lo sabe bien Vicente Gotor, quien señala que en los últimos 15 años los profesores no se mueven de su sitio, con algunas áreas que suman hasta quince catedráticos. Pese a las cifras expuestas, el rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo vuelve a su defensa de la acreditación, que considera un sistema riguroso, casi perfecto. «Se entiende que cada Universidad intentará coger a los mejores, si no lo hace, es su responsabilidad», añade; mientras, Vázquez respalda a Villa Cellino en su planteamiento de que el sistema de acceso a la plaza debería ser la auténtica barrera selectiva para salvar el riesgo del que advertía Peces-Barba al inicio de la charla. «El desafío fundamental de la Universidad es atraer a los mejores profesores».

Vázquez: Los órganos de gobierno de la Universidad tienen que ser muy democráticos, pero es preciso dar más resortes a los rectores para gobernar. Yo creo que los rectores necesitan más poder.

Ordóñez: Yo creo que no. Ahí tenemos el Consejo Social, institución que es preciso perfeccionar.

Vázquez: No hablo de más poder autoritario, sino de más resortes. Recuerdo que en mi época de rector aprobar un plan de estudios suponía una tramitación que no podíamos cumplir ni en un año. Las privadas pueden aprobar un plan de estudios casi de hoy para mañana.

Puyol: Voy a decir una cosa que no suena bien: las universidades públicas tienen un exceso de democracia, que tiene que ver con la cantidad de gente que interviene en cualquier decisión que haya que tomar. Hay asuntos, y no exagero, que pasan por la mano de quinientos tíos. La solución, ¿cuál es? ¿Darle más poder al rector? Pues quizá, que para eso es rector. Y si se equivoca, ya se lo recordaremos a la hora de las elecciones.

Gotor: El control sobre las decisiones universitarias no es malo, pero el problema es que deriva en falta de agilidad.

Villa: Se requiere amplitud de miras. Hace falta que en las universidades haya órganos capaces de pensar en el futuro, en un horizonte de veinte años.

Gotor: Impensable en la Universidad pública. A lo mejor una pequeña solución sería acotar el período rectoral a un solo mandato de seis años.

Villa: Y, repito, algún órgano capaz de planificar para otros catorce.

Puyol: Cada autonomía tiene una Dirección General de Universidades, pero esas direcciones generales planifican con políticas localistas y miras muy cortas. El sistema autonómico no ha favorecido, cada cual planifica pensando en su propio territorio.

Vázquez: No planifican ni en su comunidad. En Castilla y León, espacio universitario que conozco, hay replicaciones de títulos en cinco universidades. Todo por presiones locales.

Puyol: El futuro es distinto. Necesitamos fomentar intercambios entre universidades de autonomías diferentes. Y lo que yo llamo fusión fría: convenios, títulos comunes, reparto de titulaciones...

Villa: ¿Y también privatizaciones?

Puyol: Si yo, que fui rector de la Universidad Complutense, digo que apoyo las privatizaciones me corren a gorrazos. No voy tan lejos.

Vázquez: Con el Campus de Excelencia ya se ha empezado ese proceso de intercambio y apoyo.

Vázquez: Hay que reconocer el mérito que tienen, han conseguido un nivel muy alto.

Ordóñez: Algunas, a nivel mundial. Y eso nos favorece a todos.

Puyol: Es un mundo a seguir, las auténticamente buenas han logrado asomarse en los rankings internacionales.

Ordóñez: Ofertas un buen curso corto y te llegan alumnos de Vietnam.

Puyol: Pero tengo la impresión de que no son justos con las universidades españolas.

Vázquez: Somos mejores de lo que marcan los rankings. Hay elementos de calificación que son discutibles. Tienes un premio Nobel en nómina y subes muchísimos puestos, cuando el mérito habría que aplicarlo a la que formó a ese Nobel, no a la Universidad que, después del premio, lo fichó. Somos mejores productores que vendedores.