Oviedo,

Diana DÍAZ

Víctor Pablo Pérez (Burgos, 1954) es testigo activo de los primeros pasos hacia la consolidación de la música en Asturias. Recién salido del Conservatorio Superior de Madrid y de la Hochschule für Musik de Munich se puso frente a la Orquesta Sinfónica de Asturias (OSA), la antecesora -con la Orquesta de Cámara de Asturias que dirigió Ángel Muñiz Toca- de la actual Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Tras impulsar la orquesta asturiana, que el año pasado cumplió setenta años, modeló la Sinfónica de Tenerife y la de Galicia (OSG), con las que terminó de lanzar su carrera. Víctor Pablo Pérez dedica ahora su batuta a la formación gallega, tras una estela de reconocimientos marcada por la recuperación de la obra de Roberto Gerhard, «el eslabón entre Falla y la música contemporánea», como afirma. Esta tarde, en Avilés, y mañana, en Oviedo, Víctor Pablo Pérez hará un «revival» a los comienzos de su carrera al frente de la OSPA.

-¿Cómo respira la vida sinfónica española según la actividad que ha desarrollado en diversas orquestas?

-La vida sinfónica española es rica y vital, porque está en plena juventud, cumplidos unos veinticinco años.

-¿Qué se llevó en el saco de la experiencia de su primer podio en la OSA?

-Aprendí a construir de raíz una orquesta, lo que luego he hecho también en Tenerife y en Galicia. Aprendí a orientar todos los aspectos que conlleva formar una orquesta -desde el colectivo humano, el montaje de las obras, hasta su difusión y gestión de los viajes- hacia una misma dirección: cómo hacer una orquesta con compromiso social. En aquel tiempo, las orquestas eran proyectos heroicos. Había que luchar por mantener medios para ensayar en condiciones dignas, mantener el archivo de la orquesta, etcétera. Hay que tener en cuenta que hace veinte años España sólo tenía tres orquestas profesionales y ahora hay unas treinta. Eso prueba la vitalidad de la España musical, que casi se ha convertido en un modelo, con su red de modernos auditorios, que es la envidia de Europa, por cantidad y por su calidad acústica.

-Y Asturias cumple en esa España musical.

-Asturias se ha convertido en una de las comunidades más potentes musicalmente. Me enorgullece el haber sido partícipe de una historia que arrancó con la OSA, siguiendo la lista de nombres ilustres como Muñiz Toca o Lauret. Sin historia, difícilmente se consiguen las cosas. Hace dos décadas no podía ni soñarse el tener dos orquestas en Asturias y las temporadas líricas se han engrandecido y consolidado. Precisamente, la OSA ha tenido mucho que ver en esa estabilización de la lírica en Oviedo.

-¿Siente no haber seguido al frente de ese impulso de la música en Asturias?

-La actual OSPA es una orquesta diferente a la OSA, con un funcionamiento y sistema de salarios nuevo. La antigua OSA estaba formada por un grupo de músicos que mitad eran profesionales y la otra mitad «amateurs». Tenían que complementar su trabajo en la OSA con otras actividades para así tener un salario digno. Después de conseguir una subida de presupuesto y la distinción de la medalla de oro, se decidió que la orquesta debía tomar un rumbo más profesional. Lo que siento es que, estando yo como director, no se llegara a una unidad de criterios. En esa época, los sindicatos no tenían mucha visión de futuro y el Principado decidió formar una nueva orquesta. Pero lo que es incuestionable es que la OSPA es una de las orquestas más antiguas de España gracias a sus precedentes: la Orquesta de Cámara de Asturias y la OSA.

-En la consolidación de su carrera destaca su trabajo frente a la Sinfónica de Tenerife.

-La recuperación de la obra de Gerhard fue un espaldarazo importante. El compositor, apreciado en Inglaterra y Estados Unidos, había sido olvidado en España por su exilio tras la guerra civil. Quiero pensar que su redescubrimiento sirviera para abrir la música contemporánea a la red sinfónica. Es el momento de potenciar a los jóvenes compositores, que han de progresar escuchando sus virtudes y defectos en manos de las orquestas.

-¿La lírica ha sido su último reto?

-Soy un director sobre todo sinfónico, pero últimamente he tenido la oportunidad de dirigir un «Manon Lescaut», de Puccini -que próximamente saldrá a la venta en DVD-, en el Teatro Real de Madrid y en el Liceo de Barcelona, con un gran reparto. La lírica me parece un trabajo diferente, enriquecedor, pero de alto riesgo. Depende de diferentes aspectos que confluyen en el género, partiendo del trabajo en un teatro. Reconozco que la lírica es especial y satisfactoria, precisamente por ese punto impredecible.