Escritora, acaba de publicar «La Diosa contra Roma»

Oviedo, Eduardo GARCÍA

Escritora, acaba de publicar «La Diosa contra Roma»

-¿Quién es Imborg?

-Es el apéndice final de toda una cultura a punto de extinguirse, un matriarcado. Heredera de la tradición de la diosa madre, de la fertilidad. Una mujer fuerte, violenta, que corta cabezas sin piedad.

La escritora asturiana Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961) acaba de publicar «La Diosa contra Roma», su tercera novela histórica, centrada en la época de las guerras astures. Documentalista, responsable de los servicios de Archivos y Documentación del Principado de Asturias, hace 22 años que escribió su «Breve Historia de Asturias». En 2001 se lanzó a la ficción con «Comadres», y cuatro años más tarde publicó «Gontrodo, la hija de la luna», también con Asturias como escenario. «La Diosa contra Roma» narra la historia de Imborg, jefa guerrera, mitad diosa y mitad reina, amazona astur frente a las legiones del Imperio. Y con el campamento de La Carisa ejerciendo de telón de fondo ante el conflicto.

-La Carisa es un lugar mágico. Me imagino a las tropas romanas en aquel mar de nubes y montañas y allá, a lo lejos, el mar de verdad de la costa asturiana. A 1.800 metros de altitud y soportando los vientos.

-¿Qué papel representa La Carisa en su novela?

-Es el escenario básico del enfrentamiento militar. Por allí se mueve la tribu de Imborg, expertos guerreros, ellos y ellas, a caballo.

-Quizá La Carisa no vio nunca un enfrentamiento directo...

-Está casi todo por excavar, pero lo cierto es que ese campamento es de alta seguridad: fosos, muros, contrafosos... Y se construye así porque el entorno era hostil. ¿Por qué suben los romanos hasta esa altitud tan enorme? Porque no se podían mover por los valles, enfrentados a pueblos que conocían el terreno y que les acosaban continuamente.

-Astures frente a romanos. ¿Un desenlace anunciado?

-Las tribus pueden resistir más o menos, pero los imperios suelen tener una cierta tendencia a ganar siempre. Es posible que por estas tierras llegara a haber un contingente de cincuenta mil romanos, con máquinas de guerra y con estrategia militar. Frente a todo esto, curiosamente Imborg mantiene esperanzas, quizá poco fundamentadas, de vencer a la gran máquina romana. Junto a Imborg, encontramos en la novela a un personaje muy interesante, el griego Cleóstrato, que es un griego al más puro estilo clásico y que ve con tristeza cómo el Imperio que fue un día su país, la Gran Grecia, vive ahora de hacer copias de estatuas de dioses para los jardines romanos.

-No hay imperio sin fecha de caducidad.

-Es verdad. Cleóstrato lo había sufrido. Los imperios nacen, crecen y mueren. Todos. Y también tienen en común sus fórmulas de expansión. En mi novela intento explicar que entre los astures había de todo. Gente que veía los puentes y las carreteras romanas, y que decían: esto no lo podemos hacer nosotros. Los astures eran un pueblo abocado a desaparecer por su propia inercia.

-¿Qué contiene «La Diosa contra Roma»?

-Acción, suspense... una trama muy entretenida. Me apetecía hacer una de romanos sin complejo alguno.

-¿Un best seller asturiano?

-Leo best sellers porque a mí me interesa siempre mucho ver la estructura de esos libros, tratar de comprender esa fórmula de narración que es muy ágil, con capítulos muy abiertos, muy bien engarzados.

-La novela narra el enfrentamiento entre culturas.

-Como ahora. La Historia se repite porque al fin y al cabo los seres humanos somos sus protagonistas y seguimos moviéndonos por los mismos resortes. Mire lo que sucede en la África del siglo XXI. En este sentido es muy interesante el personaje del joven griego. Su sorpresa es descubrir cómo se vive en los castros astures, la gran cabaña donde se guarda la historia del poblado. Aquellos astures no eran los bárbaros que le habían dicho... Siempre juzgamos a los demás a través de tópicos y estereotipos. Hay un momento en la novela en que a Cleóstrato le da por enseñar a los astures el tiempo. Y construye una clepsidra. Él se queda impresionado ante aquel instrumento que medía el paso del tiempo, pero Imborg sólo ve un recipiente con un agujero por el que cae agua. Es la incomprensión entre las culturas.

-¿El siguiente trabajo?

-Ya se lo entregué a mi editor. Escribir sigue siendo para mí un placer inigualable. Nada como quedar sola en casa, encender el ordenador a las ocho de la mañana y pasarme doce horas frente a él. Ando siempre con libretinas, apuntando cosas, fijándome en las caras de la gente. Veo a uno en un paso de peatones y me digo: éste, con esa cara, tiene que ser el personaje de Cluencio Pisón.

«La Carisa es un lugar mágico. Me imagino a las tropas romanas en aquel mar de nubes y montañas y, a lo lejos, el mar de verdad»