Ayer, 24 de marzo, se cumplieron 30 años del asesinato del arzobispo de El Salvador, Óscar Romero, y otros 20 de la creación en Asturias del Comité Monseñor Romero. Para conmemorar ambos aniversarios, en el salón de la Cátedra de Extensión Universitaria se celebró un acto de recuerdo y homenaje al que ha sido uno de los mártires por la liberación del pueblo salvadoreño. Participaron en él, el historiador y sacerdote, Javier Conde, el concejal del Ayuntamiento, Jesús Montes Estrada, Manuel García Fonseca, y Javier Azcona, todos moderados por Mónica Peña, coordinadora de las ONG de Asturias.

Antes de la intervención de los personajes invitados se proyectó un vídeo que fue quizá lo más ilustrativo sobre la personalidad de monseñor Romero, ya que en él intervenían personas que además de haber mantenido trato directo con él, fueron testigos de su ingente trabajo y de su asesinato. Era alto, delgado, de expresión cercana y verbo inteligente. Se le veía departir con sus compatriotas más pobres, y cómo les decía «se acabó el Evangelio contemplativo, en el reino de Dios es posible la justicia social, hagamos que florezca la esperanza», y los animaba a organizarse ya que éste era el único camino para la reivindicación de sus derechos más elementales. «Los militares no nos dejan», era la respuesta de sus feligreses. Y no se equivocaban, las escenas del ametrallamiento de una muchedumbre, en la que abundaban mujeres y niños, eran de una brutalidad extrema. Aquella plaza sembrada de cadáveres, más el asesinato del sacerdote Rutilio Grande, añadido a la cadena de crímenes oficiales, hizo que la Iglesia salvadoreña se apartara definitivamente del poder. La víspera de su muerte, domingo de Ramos, en su homilía monseñor Romero se había dirigido a los militares, «os ruego, os suplico, os ordeno en nombre de Dios que cese la represión contra vuestros hermanos». Por toda réplica, al día siguiente, mientras decía misa, lo mataron a tiros.

Javier Conde fue el primero de los ponentes en intervenir y el único que puso de relieve los valores cristianos de monseñor Romero, «Cristo pasó por El Salvador. Fue un mártir de la fe. Para Óscar Romero el pueblo era un lugar teológico, vio cómo Jesús seguía caminando junto a los pobres». Javier Conde manifestó que había analizado la gran espiritualidad de monseñor Romero a través de sus homilías. Tuvo también palabras de recuerdo para Ignacio Ellacuría y los cinco jesuitas asesinados junto a dos mujeres de su servicio en 1989. «Estos días en que estamos viviendo cosas tan tristes de la Iglesia...», dijo. Creo que gran parte de asistencia pensábamos lo mismo; la inmensa labor de la Iglesia, el constante sacrificio de miles de personas no puede quedar oscurecido por las horrendas culpas de unos pocos. Javier Conde es un comunicador profundo y a la vez sencillo. Le vi llegar con un libro bajo el brazo: «Prisciliano y el priscilianismo». Dime qué lees y te diré quién eres.

Jesús Montes Estrada, que se confesó ateo recalcitrante, en buena lógica hizo una reflexión política sobre los problemas de ciertos países de América Latina, a los que sumó Palestina y Sahara, cuyos males se deben, todos, a la intervención norteamericana. A su vez, Manuel García Fonseca relató el motivo que hizo posible que una comisión del Congreso español se desplazara a El Salvador para investigar el asesinato de monseñor Romero. El informe posterior exponía las conclusiones, pero el crimen ha quedado impune. Por último, Javier Arjona leyó un hermoso poema de Pedro Casaldáliga.