E septiembre de 2005 se inauguraba en Villaviciosa la nueva sede de la Fundación José Cardín Fernández, que fuera creada en el año 2000 y presidida por el director de la RAE, Víctor García de la Concha. Esta nueva sede, una antigua y muy amplia casona construida en 1864 y cedida por la familia de José Cardín, ha permitido a la Fundación mayores posibilidades en la realización de sus fines, la promoción y divulgación del patrimonio artístico y cultural de Villaviciosa y Asturias, y el mantenimiento del patrimonio histórico de la empresa Valle, Ballina y Fernández, hasta el punto de que las actividades de esta institución, dirigida por Víctor Fernández Coalla, se han convertido ya -cursos, conferencias, conciertos, exposiciones, becas, ediciones, etcétera- en un destacado referente cultural para la comarca.

En la sala destinada a exposiciones puede verse, en la actualidad, una importante muestra del pintor Luis Fernando Aguirre (Villaviciosa, 1934), destacada figura de la pintura asturiana, hoy menos recordada por su escasa actividad expositiva en la actualidad, pero de notable presencia en el mundo artístico madrileño en los años setenta y ochenta, los de la nueva figuración, tiempo en el que realizó numerosas exposiciones individuales, también en Asturias, y fue incluida en destacadas muestras del arte asturiano, «Panorama del Arte Asturiano 81» o «Arte Asturiano de hoy», y también nacionales, como el «Salón de los 16» de Miguel Logroño en el MEAC, como una de las mejores muestras del 80; la inauguración de la nueva época de la sala Amadis. También participó en Arco con la Sala Macarrón y acreditó su talento como ilustrador y diseñador con su trabajo profesional en el diario «El País».

La obra de Luis Fernando Aguirre no esconde lo que ha sido siempre la fundamental y casi única referencia e influencia en su pintura, desde que muy joven aún el artista descubriese y declarase luego su fascinación por los pintores del expresionismo clásico alemán del «Die Brücke» y el «Der Blaue Reiter» y luego también, y en mayor medida, por los de la llamada «nueva objetividad», cultivadores de un posexpresionismo cruzado de realismo mágico, ácida crítica social y la influencia y afinidad con la pintura metafísica italiana, de la que heredaron la iconografía del «manichino», maniquí convertido por ellos, George Gros sobre todo, con Otto Dix y Mack Beckman los más destacados, en autómata, robot social, funcionario, político, cura o militar, rebanada la cabeza o tapada con un orinal. Tristes marionetas que, inspiradas en ellos, maneja Luis Fernando Aguirre a su modo creando morfologías propias, grotescamente alucinadas en composiciones abigarradas pero fluidas y bellamente coloristas, menos duras, más irónicas y hasta tiernas, quizá más atento el pintor al gusto por la pintura que a poner en la picota a «los pilares de la sociedad», aún con la caricatura como su contramodelo, y es de esa pintura de la que podemos disfrutar ahora gracias a esta exposición que recupera la figura, para muchos poco conocida o recordada, de este interesante pintor.