Cantaor

Gijón, J. L. ARGÜELLES

En 1993 ganó la «Lámpara minera» del Festival Nacional del Cante de las Minas, en la Unión (Murcia). Tenía sólo 20 años. Con aquella edición de uno de los certámenes más prestigiosos de flamenco, donde ganó cuatro de los cinco premios en liza, Miguel Poveda (Badalona, 1973) entraba por la puerta grande de un arte en el que sorprendió a todos por su voz, personal y clásica a la vez. Empezó a cantar con apenas 15 años y sus inicios, alejado de los centros más exquisitos del flamenco, fueron muy difíciles. Hoy está en lo más alto del escalafón y es, posiblemente, el mejor cantaor de su generación. Su carrera está tapizada de galardones importantes: desde el Premio Nacional de Música de España hasta el Premio Nacional de Cante, pasando por varias nominaciones a los «Grammy». Su último trabajo, «Coplas del querer» (2009), ha sido «Disco de oro» y ha recibido tres Premios de la Música. Pero Miguel Poveda, que llenará mañana el teatro Jovellanos (20.30 horas), es, además, artista de muchas sensibilidades: igual interpreta poemas de Valente, Lorca y Alberti que emociona con un fado o un bolero. Su zambra «A ciegas», que canta en «Los abrazos rotos», la última película de Almodóvar, ha agrandado aún más su popularidad.

-¿Qué podrá escuchar el espectador que se acerque mañana al teatro Jovellanos?

-Pues el repertorio íntegro, prácticamente, que hemos grabado para este trabajo, «Coplas del querer», con los mismos músicos, la misma formación, más alguna pieza de flamenco. El trabajo es el del disco, pero con la emoción del directo.

-Ahora mismo usted está considerado como uno de los grandes del flamenco, ¿por qué este acercamiento al mundo de la copla?

-La primera música que yo escuché de niño eran coplas y para mí es, por tanto, algo muy cercano. Además, la copla está muy cercana al flamenco. Algunos cantaores que admiro, como Manolo Caracol o la Paquera (de Jerez), que eran muy tradicionales, cantaron coplas de Gallardo, Quiroga o de Rafael de León en algún momento de su vida. Son músicas que están muy ligadas y que hablan de las mismas cosas.

-¿La copla tiene actualidad o sólo se puede cantar como homenaje, como recuerdo, casi como un gesto de la melancolía?

-No, yo lo he hecho desde la continuidad y queriendo que tenga actualidad. Es una música que quiero que continúe viva y que es igual a otros géneros: el bolero, el tango o la ranchera. He procurado hacerlo con toda la dignidad, igual que antes de mí otros artistas.

-¿La copla aporta aún, sentimentalmente, cosas?

-Bueno, yo lo intento. Quería hacer algo por un género que tiene canciones bellísimas y que he pretendido, desde mi aportación, poner de actualidad.

-¿Es consciente de que estas incursiones suyas por otros géneros no siempre son bien entendidas por su público más purista?

-La verdad es que he no tenido problemas en ese sentido, aunque entiendo que el público más tradicional pueda preferir más un formato que otro. Desde los inicios de mi carrera siempre he alternado unas cosas y otras, discos de flamenco con otras aventuras, así que después de tantos años ya están acostumbrados a esta manera mía de funcionar; saben que no me estoy quieto, que me siento comprometido con otras historias y trabajo a gusto con músicos de otras disciplinas. Me he movido siempre sin miedo, sin prejuicios, sin ataduras, y voy a seguir así, con todos los errores que pueda cometer.

-Una curiosidad, ¿cómo un niño de la Badalona de los años setenta llega al flamenco y a la copla?

-Yo vivía en un barrio en el que el 80 por ciento de los vecinos estaba formado por emigración andaluza, extremeña y de otras regiones. Y en las casas de mi barrio se escuchaba flamenco, copla, música andaluza. Además, estaba mi madre, con una gran afición a este tipo de música, y una hermana suya, mi tía, que cantaba.

-¿Su madre canta bien?

-Como cualquier ama de casa: canturrea bien y esas cosas.

-Los entendidos de flamenco afirman, con expresión que tanto utilizaba Lorca, que usted tiene duende. ¿Con ese sello especial se nace o es el fruto de mucha dedicación y trabajo?

-Puedes nacer con algo especial, pero hay que trabajar. También influye la experiencia de la vida, lo que tú vas encontrando y asimilando, que acaba saliendo por algún lado.

-¿Los inicios de un cantaor de flamenco nacido en Cataluña son más difíciles que los de otro de Andalucía o de zonas donde hay una gran tradición y un permanente seguimiento?

-Para mí, al principio, fue quizá más duro, porque yo iba solo y por libre. Yo era un payo de Badalona. Además, cuando yo empecé aún estaban en activo máximas figuras del flamenco, como la Paquera (de Jerez), Fernanda (de Utrera), la Bernarda (de Utrera), Chocolate, Valderrama, el Turronero? Grandes artistas. Era muy complicado que un chaval con mis orígenes pudiera aportar algo.

-¿Qué ha significado para su generación la figura de Camarón?

-Para mí, mucho. Fue un gran cantaor, muy especial; sus primeros discos con Paco de Lucía son exquisitos, me encantan e influyeron mucho en la gente joven. Trajo una forma de cantar que era muy rancia y muy pura, pero a la vez muy novedosa. Tenía muchísima personalidad.

-¿Su participación en películas de Bigas Luna («La teta y la luna»), Carlos Saura («Fados» y «Flamenco, flamenco») y Pedro Almodóvar («Los abrazos rotos») qué ha supuesto?

-Pues la alegría, por ejemplo, de trabajar con un músico como Alberto Iglesias, al que admiro mucho y desde hace mucho tiempo. También admiro mucho a Almodóvar, así que me hace feliz que esa copla esté en una de sus películas. Es algo que tiene mucha repercusión: la copla queda y da la vuelta al mundo, con su cine; además, tengo la oportunidad, aunque sea con mi pequeña aportación musical, de formar parte de la filmografía de Almodóvar.

-¿Un cantaor excepcional como es usted, cuando se presenta ante un público como el del Norte -en este caso el asturiano-, que se supone entiende menos de flamenco, canta tan a gusto como ante espectadores más especializados?

-Me encuentro sorpresas por todas partes. Cuando esperas que la gente sea más fría, pues pasa que no. Yo no clasifico los sitios. Puedo ir a Gijón y ver, ya desde el primer tema, que el público está entregado. A mí no me parece que la gente del Norte sea más fría, el que es frío es el artista o el músico. Los espectadores más entendidos, a veces, llegan con más prejuicios, con la ceja más levantada, con un boli y la libreta. El público de Gijón va a ver lo que le gusta y se dejará llevar por las emociones. Yo, cuando salgo a un escenario, no me paro a pensar si la gente sabe más o menos de flamenco.

-¿El flamenco debe ser fiel a sus tradiciones o debe abrirse a la experimentación, que es un debate siempre vivo?

-El artista debe tener libertad, que es lo mejor para el ser humano en todo. Partiendo de eso, creo que el cantaor tiene que conocer las bases, las raíces y a los maestros del flamenco. A partir ahí, hay que hacer música y que suene a flamenco, que conserve su idiosincrasia. Apuesto por la personalidad y la libertad de cada artista, porque Valderrama no es igual que Camarón, ni éste igual que Caracol, ni Caracol igual que Mairena. Cada uno tenía una forma diferente de cantar, y eso es lo que hace grande al flamenco: las distintas maneras de cantar.

-Ya que ha dado algunos nombres, ¿quiénes son sus cantaores preferidos?

-Tengo tantos? Me gustan mucho El Carbonerillo, Tomás Pavón, Tío Borrico de Jerez, Manolo Caracol, Camarón, Carmen Linares, Enrique Morente, Juanito Villar, Chano Lobato? Muchos, muchos.

«Me he movido siempre sin miedo, sin prejuicios, sin ataduras, y voy a seguir así»

«Cuando salgo a un escenario no me paro a pensar si la gente es más o menos entendida en flamenco»

«Para mí el principio fue más duro que para otros; yo era un payo de Badalona que iba solo y por libre»

«Con mi pequeña aportación musical formo parte de la filmografía de Almodóvar»