Oviedo, E. G.

Frente a los residuos nucleares funciona la mano del hombre y la tecnología, pero también la de la Naturaleza, «una gran atenuadora de procesos de contaminación», a juicio del catedrático del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo, Manuel Prieto. Estudiar esos procesos desde un punto de vista geoquímico es el asunto central de la reunión científica que se celebra hasta mañana en Oviedo, en el edificio «Severo Ochoa» del campus de El Milán, y en la que intervienen investigadores españoles, alemanes y suizos.

Una reunión singular por sus contenidos pero también por sus promotores. Se trata de un Instituto Virtual financiado por la asociación alemana Helmholtz, a la que pertenece el grupo de investigación del profesor Prieto. En Oviedo asisten 25 expertos pero sus ponencias son escuchadas y vistas en red.

Como escenario de fondo, el almacenamiento de residuos nucleares de alta duración. Nada menos que un millón de años, el tiempo que más o menos se calcula que muchos de esos residuos pueden estar activos y, por tanto, ser extremadamente peligrosos. Al paso que vamos la Humanidad no aguantará tanto, «pero hay que prever lo que pueda suceder con ellos durante ese tiempo. Hay que prever casi, casi lo imposible».

El asunto está de moda porque se ha puesto en marcha el proceso de selección de las localidades que van a ser sedes en España de los llamados almacenes temporales nucleares (hay sorprendentemente un montón de candidatos, al calor de las promesas de subvenciones y de trabajo). Un almacén temporal sirve para guardar residuos de duración corta, pongamos un centenar de años. Un almacén geológico profundo ya es otro cantar.

Los elementos radioactivos se «atrapan» en un vidrio especial que en su aspecto exterior se asemeja a una roca volcánica. Es de prever que pronto, esta matriz de vidrio dará paso a los nuevos materiales cerámicos. No sólo tienen que «secuestrar» el material radioactivo y sellarlo con total seguridad, sino también disipar bien el calor, cientos de grados que desprenden estos elementos contaminantes.

La matriz, con su peligrosa carga dentro, se mete en contenedores especiales que son los que se almacenan y se sellan con arcillas con determinadas propiedades de alto aislamiento químico.

¿Y si a pesar de todo los radionucleidos, los elementos susceptibles de descomponerse generando radiaciones, se liberan y retornan a la Naturaleza? Muchos de los participantes en las jornadas de Oviedo son expertos en el tema a la hora de diseñar materiales naturales que sirvan de barrera o utilizar a la Naturaleza como gran aliada frente a un posible desastre. «Sabemos, por ejemplo, que los carbonatos atrapan minerales como el cadmio o el plomo de manera natural. Las calizas son muy eficaces en este sentido» señala el profesor Manuel Prieto, convertido en anfitrión de la reunión científica. El tristemente famoso vertido de las minas de Aznalcóllar, en Sevilla, fue paliado en parte mediante barreras de carbonato cálcico y compost vegetal. Es lo que los científicos conocen como un ambiente reductor.

Entre los integrantes del Instituto Virtual de la asociación Helmholtz «hay todo tipo de opiniones sobre la conveniencia de la energía nuclear», dice Prieto, «pero el problema del almacenamiento está ahí y es preciso investigar».

Los almacenes temporales tienen técnicamente hablando poco secreto. Se requiere una geología poco reactiva, una zona lo más impermeable posible y con estabilidad geológica, es decir, no activa tectonicamente.

-¿Asturias podría servir?

-Hay zonas mucho mejores que la nuestra.

Manuel Prieto espera colaborar en la transformación del Instituto Virtual con el que trabaja la Universidad de Oviedo en una red europea. «La experiencia que tenemos con este tipo de asociaciones es maravillosa, no sólo desde el punto de vista de la investigación, sino también de la formación». Paga la Unión Europea y las universidades gestionan los fondos y pagan a su vez a los jóvenes investigadores contratados. Son contratos de tres años, pero los investigadores se mueven durante este tiempo en diferentes sedes. «Por Asturias han pasado en estos últimos años doctores de varios países, y jóvenes asturianos hacen lo propio por Europa».