Oviedo / Gijón, C. MARCOS /

I. PELÁEZ / P. TUÑÓN / Agencias

Manuel Benítez, «El Cordobés», torero de multitudes en su tiempo y auténtico revolucionario por su heterodoxa forma de torear, resumió ayer el sentir de su gremio: «He recibido la noticia con ganas de llorar, porque es una pena que destruyan lo que funciona». El torero dijo hablar con el corazón, desde la sensatez y con el respeto que le merecen las decisiones de un Parlamento elegido por los ciudadanos. «A los políticos que han tomado esta determinación hay que decirles que se fijen más en la parcela que tienen llena de jaramagos y que se pongan a limpiarla». Y, por si no hubiera sido lo suficientemente claro, añadió: «Sería más fácil y mejor para todos buscar soluciones al paro creando puestos de trabajo, construyendo fábricas... eso debería preocuparlos, y dejar caminar el toreo en el que tantas familias se ganan la vida muy honradamente. Pues hay que ver el daño que esto va a suponer».

«Se ha consumado una decisión más política que otra cosa», afirmó José Antonio Martínez Uranga, empresario de la plaza de toros de las Ventas. «Me preocupa, sobre todo, porque lo que vivimos hoy (por ayer) es un atentado contra la libertad individual y colectiva de elegir, de decidir sobre un espectáculo que sin duda es polémico, pero que tiene argumentos históricos, económicos y culturales de sobra para ser respetado».

Gustavo Bueno, filósofo, considera que la votación del Parlamento catalán «marcará época». «Es una decisión importante desde el punto de vista político porque aclarará muchas cosas a la gente sobre las actitudes de Cataluña. Sus fines, al margen de los fundamentos culturales que alegan los detractores de la fiesta, son políticos. La mayoría de la gente ve que la verdadera razón es borrar una seña de identidad de España; es una decisión muy profunda porque rechaza una tradición muy arraigada».

La escritora Carmen Gómez-Ojea, sin embargo, está satisfecha con la prohibición. «Me parece estupendo, pienso tomarme una botella de cava para brindar con los antitaurinos catalanes».

El torero Enrique Ponce sintió «gran indignación e impotencia», según una nota de su gabinete de prensa. Ve en la prohibición «una coacción a la libertad de los seres humanos precisamente por quienes hace cuarenta años abogaban por ella». Pero Ponce va más allá: «En todo esto hay un trasfondo político maquiavélico por parte del nacionalismo catalán, que con esta acción gana una batalla a España cargándose la seña de identidad de nuestro país. Están atentando contra la cultura, la tradición y la historia de nuestro país».

El también torero Francisco Rivera Ordóñez denunció que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se negó a recibir en la Moncloa a toreros y empresarios taurinos. «Es un tema puramente político», señaló. Su compañero, Manuel Jesús, «El Cid» expresó también su rabia ante la noticia y puntualizó: «La fiesta ha sido utilizada por los nacionalistas catalanes como arma arrojadiza contra España».

Lluis Xabel Álvarez, profesor de Estética de la Universidad de Oviedo, no está «seguro» de que la medida sea «absolutamente buena». «Ya veremos qué significa esta decisión político-cultural y a ver cómo repercute en el resto de los animales. Pienso que como fiesta española los toros quizá tengan alguna característica que habría que considerar como una excepción, pero respeto la decisión del Parlamento».

José Ramón Fernández de la Vega, presidente de la Peña José Tomás, lo considera «un acto de hipocresía porque sólo prohíben las corridas, pero no los "correbous" (encierros taurinos típicos de Cataluña). Es una pena que los aficionados catalanes, que son muchos, tengan que ir a Francia a ver corridas. Es algo similar a la dictadura, en la que había que irse al país galo para ver ciertas películas. Es una minoría la que está en contra de los toros y la confrontación les favorece, por eso hay que tratar de minimizar el asunto».

Manuel Fernández, veterinario de la plaza de El Bibio de Gijón, que revisa los toros en el corral antes de las corridas desde hace quince años, asegura: «Tratan de defender a los animales, pero no se dan cuenta de que sin las corridas los toros de lidia están abocados a su extinción. Si no les gusta, que no vayan a los toros y, si entonces las plazas se vacían y no son rentables, desaparecerán las corridas».

Víctor Fernández, veterinario asesor del presidente en las corridas de la extinta plaza de Oviedo y de la plaza de El Bibio durante veinte años, considera la prohibición «una acción plenamente política, nacionalista, que pretende abolir todo lo que huela a español. Creo que habrá una reacción y el festejo se protegerá en muchos lugares declarándolo bien de interés cultural».

Borja Mendoza, aficionado gijonés, lamentaba ayer que «una serie de individuos» se hayan olvidado «de representar las libertades de derechos de quienes los han elegido».

Carmen Sánchez Martínez-Junquera, de la peña taurina de Miguel Ángel Perera, se mostró «apenada por una decisión política que se basa en el hecho diferencial de España. Me llevo una impresión malísima».

Fernando Zamanillo, que estuvo en la mesa de contratación de la plaza de toros de Gijón, considera que «se trabajó mucho por una democracia y parece que volvemos a las andadas».

«La razón de esta decisión es borrar una seña de identidad de España»

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Filósofo

«Pienso tomarme una botella de cava para brindar con los antitaurinos»

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Escritora

«La fiesta tiene características que quizás habría que considerar una excepción»

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Profesor de Estética

«He sentido ganas de llorar. Es una pena que destruyan algo que funciona»

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Torero

«Hay un trasfondo político maquiavélico por parte del nacionalismo catalán»

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Torero

«Rodríguez Zapatero no quiso recibir ni a toreros ni a empresarios taurinos»

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