Tenor, revelación en los Premios Líricos «Campoamor»

Oviedo, Javier NEIRA

El tenor tinerfeño Jorge de León recibió el pasado viernes en Oviedo el galardón al cantante revelación en la gala de entrega de los Premios Líricos «Teatro Campoamor». Cantó el «Adiós a la vida», de la ópera «Tosca», de Puccini, y el coliseo carbayón se vino abajo.

-Usted es ya más consagración que revelación.

-Estudié en el Conservatorio Superior de Música de Tenerife, en la cátedra de Isabel García Soto. Debuté en Tenerife y fui después a Italia para seguir estudiando. Trabajé en el Auditorio Nacional de Madrid, canté en «Elektra», de Strauss, como partaccino, con cantantes de la talla de Renata Scotto, y empecé a estudiar con Alfonso Leoz, mi maestro actualmente. Gané el concurso «Gayarre» en 2004, que lanzó mi carrera y que ya se forjó en Valencia, donde canté «La bruja», de Chapí, y repetí aquí, en el Campoamor. En el Campoamor también he cantado «Los Gavilanes», de Guerrero; «La chulapona», de Moreno Torroba, y «El rey que rabió», de Chapí. Y en Oviedo, en éste o en otros sitios, también ofrecí varios recitales. Debuté en «Andrea Chenier», de Giordano, en el Real, como sustituto, y fue un «boom». Lo mismo en Valencia con «Aida», de Verdi, otra sustitución y a la batuta estaba Lorin Maazel. Y después me dirigió Mehta, maestros del máximo nivel.

-¿Entonces?

-Tengo entendido que se concede por un papel concreto en la última temporada. Bueno, a mí me lo dieron por tres papeles. La «Aida» de Valencia, donde hice nueve funciones seguidas; la «Tosca» del Real, de Nuria Espert, y la «Madama Butterfly», de Giancarlo del Monaco, en Tenerife. Acabo de debutar en la Scala con «Aida» en una producción de Zeffirelli de 1963 que cantó Bergonzi, una verdadera maravilla, con los paneles pintados, sin los artificios que tantas veces se ven.

-¿Quién le ha influido decisivamente?

-He recibido apoyos muy importantes de personas como el director de escena Giancarlo del Monaco o de Helga Smith, intendente de la Ópera de Valencia. Vieron mis posibilidades. Debuté con «Carmen» en la Arena de Verona, canté en el San Carlo, de Nápoles, y en el Massimo, de Palermo, en los grandes teatros donde se ha escrito la historia de la ópera. Y ahora, en la Scala, estos días, coincidiendo con este premio. Estoy en un momento de difícil asimilación.

-¿Cómo lleva el éxito?

-Soy bastante humilde. El éxito se lleva bien, claro, a nadie le amarga un dulce. Pero considero que el éxito es la recompensa de un trabajo, de un sueño, de una constancia que abre puertas y permite dar saltos. La carrera de canto es complicada y compleja, sobre todo teniendo familia, hay que amarla, quererla, mimarla y cuidarla.

-Una profesión itinerante, siempre de viaje.

-Es una vida atípica.

-¿Cuándo y dónde estudia?

-Pues se estudia cuando se puede, incluso entre óperas, en el camerino o en los aviones, y en general en los tiempos de espera... Ésta es una carrera de esperas. Siempre hay que esperar a que el regidor te dé la entrada, a que el maestro te dé la entrada, a cantar el dúo con la entrada correspondiente, dos horas esperando para que te maquillen y después a esperar en el camerino... hasta que, por fin, actúas. No es llegar, subir y cantar. Hay que concentrarse y vocalizar. Después pones toda la carne en el asador. Te pasas la vida esperando y después arriesgas toda la carrera en un minuto. Estando ya en cierto nivel se trata de mantenerlo, de conservar la trayectoria. Permanecen en la historia las anécdotas negativas, por ejemplo cuando alguien se queda sin voz.

-En Oviedo le ha sucedido a más de uno.

-Oviedo es una ciudad muy húmeda, hay que tomar determinadas precauciones.

-¿Cuáles?

-A mí me gusta venir uno o dos días antes. Soy canario, estoy a 22 grados y voy ahora a Milán, a siete bajo cero.

-En Canarias también hay humedad.

-Ya, pero con otros factores.

-Los aviones...

-Tienen un 20 por ciento de humedad y eso reseca a morir. Y la presión varía mucho. El avión agota. Las carreras actuales son difíciles por la premura y el poco tiempo de descanso.

-¿Los cantantes se autoexplotan?

-Antes se iban a hacer las Américas, con lo que tardaba un barco. Descansaban y estudiaban. O viajaban en tren de Italia a Moscú para cantar «Carmen». Ahora, de 22 grados a 5 bajo cero con dos escalas, y el cuerpo a resistir. Nunca te encuentras en tu estado. Por eso me gusta llegar con antelación.

-¿Es todo tan efímero?

-En los años setenta había dos cadenas de televisión y una película para todos. Ahora venga a hacer «zaping» y no paras en nada. Hay ofertas de todo y socialmente no existen tendencias definidas, sobre todo en la gente joven. Por eso la ópera y la zarzuela deben evolucionar e innovar, aunque a la crítica no le gusten ciertos cambios.

-La afición a la ópera sube como la espuma.

-Claro, hay que ver qué público acude a los teatros.

-El nuevo es muy entusiasta.

-Hay una tendencia a introducir a institutos y colegios en los ensayos generales para acercar a los jóvenes. Se quedan encantados, se quedan maravillados, ven a los cantantes sin micrófonos, la orquesta, los ballets, las luces, los decorados... el arte total realmente. Hay que acertar, de todos modos, con las óperas que se utilizan como iniciación, aunque los estudiantes aceptan muy bien todo, les llama muchísimo la atención todo y prestan más atención que los mayores. Las jornadas de puertas abiertas son muy importantes.

-Volviendo al premio.

-Es una palmada en la espalda para continuar, ver que valoran tu trabajo es importante en cualquier profesión y más con esta situación económica mundial. Están cerrando temporadas o siguen con muchos recortes. Que te valoren el trabajo y lo reconozcan públicamente hace mucha ilusión. El premio lo he recogido con una ilusión estrepitosa. Me sorprendió, no creí que hubiese gente atenta a lo que hacía. El jurado era muy independiente. El premio no es un regalo. Los críticos son buenos para eso, para ser objetivos y para ser muy duros.