Si el tiempo no se tuerce, igual este fin de semana y con un poco de suerte habrá que dejar el paraguas en el coche y caleyar a pie y con la cámara al hombro por los muchos rincones que tiene Asturias, esos que esperan a ser descubiertos, entrada ya la primavera, por los enamorados del paisaje y la gastronomía asturiana.

Un hermoso concejo para disfrutar, en el interior del Occidente, es Boal, donde la historia está presente allá donde se mire; desde el conjunto pictórico de la Edad del Bronce en la Cova del Demo, Penedo Aballón o su ruta de castros, donde Pendia es visita ineludible, pasando por los lugares con encanto como es el caso del embalse de Arbón, en Serandinas, o el de Doiras, las sierras de la Bobia y Penouta o el curioso y singular pueblo de Froseira. Boal, tierra, como gran parte de Asturias, de emigrantes, cuenta también con bares donde, al tiempo que se detiene el paso, se disfruta de su comida casera, abundante y propia de la zona. Tal es el caso de un establecimiento de toda la vida: el bar restaurante Prado, un clásico de siempre ubicado en el centro de la villa y que conduce con sabias y expertas manos el matrimonio formado por Pilar Vázquez Rodríguez y José Luis Rodríguez Méndez; ella, ante los fogones; él, tras la barra y en el comedor. Recuerda este último que el establecimiento ya lo abrieron sus padres allá por 1960, cuando compraron el local que antaño fuera una casa de postas.

Tras jubilarse los primeros, fueron Pilar y José Luis los que continuaron el trabajo hostelero manteniendo, en la cocina, los sabores y recetas que Pilar aprendió de su suegra. Ella, que siempre tuvo buena mano para los guisos, y que cree que para que algo salga rico hay que cocinarlo con amor, ha ido combinando su experiencia diaria ante los fogones con la realización de diversos cursos ofertados por la Asociación de Hostelería. Así, recuerda que en el bar Prado, entre los platos tradicionales de toda la vida, están la oreja de cerdo, los callos caseros, la lengua estofada y el cordero. Eso sí, lo que más se vende y lo más demandado es tanto el caldo como el potaje de rabizas, propio de algunos lugares del Occidente y así llamado, concretamente, en Boal. Un potaje al que además no le falta un una buena panceta, chorizo, morcilla, lacón y algún hueso, junto con la patata y la verdura. También tiene siempre carne de caza, sobre todo jabalí. Otras carnes que se pueden degustar son el cabrito, carrilleras de cerdo ibérico o un buen solomillo, o chuletas de ternera de la zona. Otro plato con mucha demanda es el pulpo a la gallega, además del bonito a la plancha o en rollo, cuando es temporada. En postres se puede elegir entre diversos quesos de la zona, requesón con miel de Boal o sus flanes de manzana, de queso o el tradicional, sin olvidar las tartas caseras, que, también por encargo si se quiere, realiza Pilar Vázquez.

El comedor, luminoso, acogedor y sencillo, tiene una capacidad para unas 50 personas. En el bar Prado, que además cuenta con alojamiento, no cierran nunca, «salvo dos fines de semana en septiembre».