Mario Conde es un policía con una gran pena interior, melancólico, con una vida desordenada, bebedor y descontento, al que le hubiera gustado ser escritor. Así define Leonardo Padura a su "gran personaje", el protagonista de las novelas con las que el autor cubano ha logrado un gran éxito internacional. Todas han sido traducidas a varios idiomas y le han reportado importantes premios literarios. Mario Conde es "la manera que yo he tenido de interpretar y reflejar la realidad cubana", afirma Padura.

Conde es un ex policía que con frecuencia se ve involucrado en casos de asesinato, robo, extorsión o cualquier variante criminal. Vive en La Habana, en donde pasa los días en compañía de su amigo "El flaco". Juntos se dedican a ver pasar la vida hasta que algún caso o investigación se cruza en su camino. Nació en 1955 en Calzada, un barrio humilde de La Habana. Estudió el Preuniversitario en La Vibora, donde conoció a los que son ahora sus mejores amigos y se enamoró por primera vez. Siempre quiso ser escritor y escribir un libro escuálido y conmovedor, pero al abandonar sus estudios de Psicología, pese a no ser militante, le ofrecieron ingresar en la Policía. Se da a conocer en 1989 (año en el que transcurre la trama en el libro), con 34 años y doce en el Cuerpo de Policía, donde es teniente investigador en La Habana. Al final de ese año abandonará su trabajo intentando recuperar su vocación inicial de escritor.

Fumador empedernido de dos paquetes diarios, odia el ejercicio, subir escaleras le deja sin aliento y piensa que en cualquier momento puede pegar un petardazo. Amenazado por una calvicie incipiente, se siente envejecer. Vive con un pez peleador, al que llama "Rufino", en recuerdo de su abuelo, criador de gallos de lidia. Con dos divorcios a sus espaldas (dejó a Maritza por Haydée y ésta le abandonó por Rodolfo), Conde no parece ser muy afortunado con las mujeres. También están en algunas tramas su antiguo amor de instituto, Tamara y Karina, de quien se enamora locamente. Es un hombre triste y agobiado y "un cabrón recordador" en palabras de su amigo "el Flaco". Revive momentos de su pasado sin apercibirse de que a veces la memoria es engañosa. También imagina un pasado que pudo ser y no fue, donde él es escritor y su amigo sigue flaco y trabaja como ingeniero. Mario Conde resuelve sus casos estudiando antecedentes, pistas, sospechosos, mediante premoniciones, iluminaciones y certezas, analizando datos estadísticos, huellas e intentando evitar algo tan engañoso y equívoco como los prejuicios. Sus triunfos se basan a partes iguales en la investigación rutinaria y en el conocimiento de la gente. Pese a que su trabajo le condiciona a percibir sólo el lado oscuro de la vida, se mantiene en su puesto porque no le gusta que los delincuentes se salgan con la suya impunemente. Aunque algunos compañeros le consideran el "loco" de la comisaría, es apreciado como uno de los mejores investigadores del cuerpo. Entre otros casos, investiga la desaparición de un empresario afín al régimen, el asesinato de una profesora o la muerte de un travesti. Su jefe es el mayor Antonio Ragel, "El Viejo". Pese a sus 58 años, su mayor afición es "lucir joven", mantiene el tipo practicando natación y squash. Su otra afición es fumar puros de calidad. Es un buen jefe, amable y exigente, que trata a Mario como a un hijo. Su compañero es el sargento Manuel Palacios, flaco, malhecho y un poco bizco, buen amigo, discreto y optimista. A sus 25 años tiene una vitalidad arrolladora y amenaza con desbancar al Conde como mejor policía. Pese a tener personalidades opuestas, trabajan bien juntos.

Estos son sólo los personajes principales de unas tramas que, además de haber logrado infinidad de lectores en diferentes partes del mundo, han encumbrado a su autor, Leonardo Padura, a lo más alto del Olimpo de la novela negra. ¿Volverá Mario Conde? Aún habrá que esperar para saberlo. Donde sí estará es en las pantallas, ya que se encuentran rodando en Cuba una película sobre su vida.