Es la gran favorita. Nadie lo discute. La La Land lleva una fructífera carrera de premios y, aunque ya han empezado a surgir voces hostiles para llevar la contraria, los elogios son unánimes. Se da por hecho demasiado pronto su triunfo en los próximos "Oscar", al menos en las categorías de mejor película y dirección. Pero quizá no sean tan sencillo y se enfrente a un rival de dimensiones más humildes pero que llega en un momento ideal para que su propuesta cale en la conciencia de los votantes de la Academia: Moonlight.

Todos sabemos que Hollywood está de uñas con el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, padre de Ivanka y marido de Melania. Sus decisiones en contra de la entrada de inmigrantes ha removido los ánimos entre la gente del cine (masivamente progresista con permiso de Clint Eastwood y James Woods) y premiar a "Moonlight" podría ser una forma de darle una patada en los vetos al nuevo inquilino de la Casa Blanca. ¿Sería injusto? Hablar de justicia en los "Oscar" no tiene sentido si tenemos en cuenta que en la lista de ganadores figuran títulos olvidados y mediocres y faltan, por ejemplo, gigantes como Alfred Hitchcock. Son películas muy distintas. "La La Land" es una comedia dramática con brotes musicales, agridulce, soñadora y luminosa en su mayor parte. No reivindica nada. Pura nostalgia, madura melancolía. "Moonlight", a pesar de su apaciguamiento sentimental en su desenlace, es cine que protesta y denuncia: la historia de un negro gay en un mundo donde lo segundo está visto como una lacra. Un mundo de camellos, acoso escolar, drogadicción y violencia, al que la cinta se aproxima con sensibilidad y talento, aunque también con cierta inclinación a pisar lugares demasiado comunes. Ninguna de las dos es una obra maestra pero son dos ejemplos de buen cine, como lo son también Manchester frente al mar, Comanchería o La llegada, pero el duelo final podría reducirse a dos. Hagan sus apuestas.