La plaza del Ayuntamiento de Oviedo fue ayer el escenario del primer concierto de la Joven Orquesta de la Unión Europea, en el marco del programa de actividades de los premios "Princesa de Asturias". Una actuación que encandiló a los numerosos espectadores que se congregaron en torno a los doce músicos, diez de viento metal y dos percusionistas, que demostraron su inmenso talento y, también, un gran sentido del humor.

En el primer tramo del concierto, los músicos demostraron su versatilidad encadenando el prólogo de la ópera "Orfeo", de Claudio Monteverdi, con "The Earle of Oxford's March", de William Byrd, y la "Suite" de Tielman Susato. A medida que los músicos decantaban las piezas, crecía el respetable en torno suyo, atraído por la melódica propuesta. La salida de misa de San Isidoro el Real acabó por perfilar los límites del auditorio mientras las puntuales campanas de la iglesia parecían querer acompañar a los jóvenes músicos.

Una soberbia interpretación a trompeta del motet "Locus Iste" de Anton Bruckner marcó un primer hito en el concierto, aunque los músicos, de ocho nacionalidades distintas, guardaban sus mejores bazas para el final del concierto, que se precipitó con la sonata "Pian' e Forte" de Giovanni Gabrieli y otra pieza operística, la icónica obertura del "Nabucco" de Giuseppe Verdi.

Llegados a este punto, los músicos ya habían cumplido con creces con el animoso público ovetense. Pero con el cambio de registro que supuso la interpretación de "A Londoner in New York", de Jim Parker, el concierto entró en un nuevo nivel, con la Joven Orquesta conectando definitivamente con el público.

Para cuando los músicos cerraron esta parte del concierto, con la interpretación de "Radio City", varios de los asistentes, en el extrarradio del improvisado auditorio, se atrevían a dar esbozar pasos de baile. Especialmente padres con sus hijos.

Cuando parecía que la sesión musical había tocado techo, la formación europea recurrió al humor. A partir de "Carnival of Venice", en la versión de Elgar Howarth, los músicos sacaron su vena escénica y su carácter extrovertido. No sólo deleitaron al público con una interpretación pulcra y vitalista de la obra, sino que buscaron la complicidad unos con otros.

Un trompetista, terminado un solo ebrio y desafiante, acariciaba su instrumento como si fuera un gato mientras dos compañeros se abrazaban y un tercero corregía a un cuarto sobre aquella nota que se habría saltado. Todo ello sin dejar de tocar, con los músicos atravesando el "escenario" de lado a lado y animando al público a participar. Las risas se mezclaban con los aplausos, y desde el estómago del respetable saltaba algún "¡Olé!" ocasional, casi como si fuera un presentimiento de lo que estaba por venir.

Porque, lograda la comunión con el público ovetense, la Joven Orquesta de la Unión Europea entregó a los presentes una generosa propina que no figuraba en el programa: la interpretación del pasodoble "Amparito Roca", de Jaume Teixidor Dalmau. Para entonces, los "¡Olé!", incluso los "¡Bravo!", ya no eran ocasionales, y una mayoría del público acompañaba con sus palmas a los músicos, antes de dedicarles una gran ovación al cierre de su memorable concierto.