El papa Francisco no dudó ayer en admitir en Dublín al comienzo de su visita de dos jornadas para participar en el Encuentro Mundial de las Familias que la Iglesia irlandesa ha fallado a la hora de abordar como era necesario lo que calificó, sin paños calientes, de "crímenes repugnantes de los abusos" a menores. Y reclamó un mayo esfuerzo para aplicar normas más estrictas que impidan la repetición de errores y horrores similares.

Se esperaba que el Pontífice no tardase en pronunciarse sobre un drama que mantiene abierta una profunda herida en una Irlanda en la que desde 2002 más de 14.500 personas se han declarado víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Y que ahora vuelve a sangrar tras la publicación en Pensilvania de un demoledor informe sobre violencia sexual durante años a cerca de mil menores por parte de 300 sacerdotes. Y así fue: el Papa aprovechó el discurso ante dos centenares de autoridades para dejar clara su postura sobre hechos tan oscuros: "No puedo dejar de reconocer el grave escándalo causado en Irlanda por los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia encargados de protegerlos y educarlos".

Y elevó el calibre de sus reproches al señalar que "el fracaso de las autoridades eclesiásticas -obispos, superiores religiosos y sacerdotes- al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica".

Fue en la sala de San Patrick del Castillo de Dublín, donde recordó que su predecesor, Benedicto XVI, "no escatimó palabras para reconocer la gravedad de la situación y solicitar que fueran tomadas medidas verdaderamente evangélicas, justas y eficaces en respuesta a esta traición de confianza".

Irlanda es un país tradicionalmente católico donde la Iglesia ha ido perdiendo influencia, especialmente tras los escándalos de abusos. Y una sociedad muy diferente a la que conoció Juan Pablo II hace 39 años, en la primera y única visita hasta hoy de un papa a Irlanda. Es por ello que Francisco quiso poner al final una nota de esperanza al desear que Irlanda "no olvide las vibrantes melodías del mensaje cristiano que la han sustentado en el pasado y pueden seguir haciéndolo en el futuro".

Además de palabras, Francisco quiso pasar a los hechos al reunirse durante una hora y media con ocho víctimas. El encuentro, que ya había sido anunciado por el Vaticano en vísperas del viaje, se celebró en la nunciatura de la capital irlandesa durante un momento de pausa en la agenda del pontífice argentino.

El primer ministro irlandés, Leo Varadkar, reclamó al Papa utilizar su "posición" y su "influencia" para procurar que se haga "justicia" para las víctimas de abusos cometidos por eclesiásticos en "el mundo entero".

Varios grupos de víctimas de los abusos organizaron protestas en Dublín. Uno de esos actos transcurrió frente al Castillo de Dublín, protesta organizada por la irlandesa Margaret McGuckin, superviviente de los abusos cometidos por religiosas en el internado Casa de Nazaret. Otro grupo de manifestantes desplegó banderas y pancartas reivindicativas en la céntrica Dame Street, en la ruta por la que el papamóvil recorrió las calles ante más de 100.000 personas.

El Papa se detuvo unos minutos ante la Iglesia donde se encuentran los restos del que todos conocen como el "santo bebedor", el irlandés Matt Talbot, que aún no ha sido ni beatificado, pero que ya es venerado en Dublín por su historia de que abandonó la bebida gracias a la conversión.

Defensa del matrimonio

Posteriormente, defendió el sacramento del matrimonio frente a la "cultura de lo efímero" al tiempo que ha lamentado que la doctrina católica no encuentre apoyos en la sociedad. "Las virtudes y las verdades que el Señor nos enseña no siempre son estimadas por el mundo de hoy, que tiene poca consideración por los débiles, los vulnerables y todos aquellos que considera 'improductivos'", dijo Francisco durante su visita a la catedral de St. Mary, donde se ha reunido con parejas comprometidas o casadas venidas desde toda Irlanda.