En su último año de vida, Wolfgang Amadeus Mozart entró en una vorágine creativa que le llevó a componer una veintena de piezas, entre ellas el "Réquiem", el "Concierto en la mayor para clarinete", y las óperas "La flauta mágica" y "La clemencia de Tito". Esta última, la única del genio austriaco que nunca se ha representado por parte de Ópera de Oviedo, es el cuarto título de la actual temporada. Se estrena hoy, a las 19.00 horas, en el Teatro Campoamor.
El público ovetense pudo disfrutar de una representación de la ópera de Mozart, también en el Campoamor, en 1991, en el marco del Festival de Música de Asturias. La versión que presenta la Ópera de Oviedo es una producción de la Ópera de Lausanne que profundiza en la dimensión política de la obra. El conflicto interno que consume al emperador, cuyos ideales de justicia se ven puestos a prueba por la traición de su prometida, Vitellia, y de su mejor amigo, Sesto, domina la segunda parte del drama. Pero antes, en la primera parte, su poder y su altura moral se ven reforzadas con el uso simbólico de la estatua del emperador, que domina la escena durante toda la primera parte.
El objetivo de "La clemencia de Tito" era eminentemente aleccionador. Ante la coronación de Leopoldo II, la obra muestra a un gobernante recto y justo a un tiempo, cuya prioridad es el bienestar de Roma, y que se resiste a sucumbir a sus más bajos instintos pese a ser cruelmente traicionado por sus más próximos. También refleja la soledad del gobernante, condenado a ser adorado, y por extensión a ser incomprendido, por sus súbditos. Paradójicamente, el gobierno de Leopoldo II y el de Tito Flavio Sabino Vespasiano, en el que se inspira el libreto de Pietro Metastasio, tienen un punto en común: su brevedad. Ambos se mantuvieron en el trono apenas dos años.
