La memoria de los amantes del cine más veteranos tiene escritos en letras de oro algunos nombres de salas míticas cuando se habla de cine de arte y ensayo. El Palladium en la avenida de Aureliano San Román, en Oviedo, y el Brisamar, en Gijón, se convirtieron en centros de peregrinaje para los cinéfilos del momento que deseaban ver películas fuera de lo común, aunque a veces el reclamo no fuera tanto su calidad como la existencia de escenas subidas de tono y bajadas de ropa. El Brisamar existía desde el año 1965, en Cimadevilla, aunque como sala normal y corriente. El 4 de mayo de 1968, aproximadamente un mes después que el Palladium, dio un volantazo a su programacion con "Repulsión", de Roman Polanski, al igual que la ovetense. La sala gijonesa cerró como cine comercial en junio de 1981.
Como recordaba el escritor José Ignacio Gracia Noriega en un artículo publicado en este diario en 2002, "el cine Palladium, que llegó a ser uno de los mejores de España, se nutría del espíritu de los cine-clubes y tuvo sus orígenes en las sesiones del Real Cinema de los domingos por la mañana y en las sesiones clandestinas de la sala de proyecciones de la empresa Mier. El Palladium fue la obra maestra de Enrique García, en buen entendimiento con Juan Cueto. El equipo era formidable: Óscar, imponente con su abrigo de almirante, era el portero; Rogelio y Samuel, los acomodadores, y en la sala de máquinas, José María, Severino y Daniel, que entonces era un crío". Aquella pantalla acogió, por ejemplo, la llegada tardía de famosas víctimas de la censura franquista como "La naranja mecánica"o "El último tango en París". Núcleo duro de cine-clubs, podían reunirse allí 500 jóvenes se reunían para debatir sobre Ingmar Bergman. Cerradas ambas salas, los cines Hollywood y Centro en Gijón, y los Brooklyn y Clarín en Oviedo, céntricos todos ellos, mantuvieron la buena costumbre de proyectar regularmente cine en versión original subtitulada.
