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La huella asturiana en Tarkovski, uno de los mayores genios del cine europeo

Una exposición, que Gijón pugna por traer a Asturias, documenta la participación del piloñés Ángel Gutiérrez en el clásico "El espejo"

El café Ararat de Moscú era, en las décadas de 1960 y 1970, el punto de reunión de un singular grupo de amigos. El más famoso de todos ellos era Andréi Tarkovski, uno de los cine, que ya entonces había firmado obras clave del séptimo arte como "La infancia de Iván" o "Andréi Rublev". En torno suyo, contándole historias de una patria lejana que no era otra que la infancia, se congregaban tres asturianos: Alfredo Álvarez, de Gijón; Dionisio García Zapico, de Serrapio (Aller); y Ángel Gutiérrez, de Pintueles (Piloña). Tres "niños de la guerra" cuya amistad con el cineasta quedaría reflejada en una escena de la película "El espejo". Una historia que ha sido recuperada en la exposición "Tarkovski y 'El espejo'. Estudio de un sueño", comisariada por José Manuel Mouriño y recientemente clausurada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que próximamente podría visitarse en Gijón, cuyo consistorio está en conversaciones para presentarla en la ciudad.

La escena es bien conocida entre los estudiosos de la obra de Tarkovski, que la denominan como el episodio de "los españoles". Se sitúa en torno al minuto 40 del filme, y muestra una reunión de un grupo de exiliados españoles en la Unión Soviética. En medio de la velada, uno de los participantes recuerda el día en el que, siendo aún niño, se separó de su familia y se embarcó hacia su nuevo hogar, huyendo del avance de las tropas insurgentes. Un relato que se inspiraba en los recuerdos de Ángel Gutiérrez.

Naranjas

La epopeya vital de Ángel Gutiérrez bien merece una película. De hecho, el asturiano llegó a escribir el guión: se titulaba "A la mar fui a por naranjas", una canción popular que había aprendido de niño, cuando era pastor en Pintueles. "Tenía cosa de seis años cuando me fui a Rusia. Me embarcaron con una de mis hermanas: la otra no pudo subir al barco, se quedó en el puerto. No la volví a ver", explica Ángel Gutiérrez, que ahora vive en Madrid, en conversación con LA NUEVA ESPAÑA.

El asturiano huía de una guerra, pero no pudo escapar de la siguiente. Le tocó vivir el sitio de Leningrado, y acabó en los Urales. Entre medias, emergió una fascinación por Antón Chéjov, y una vocación por las artes escénicas que le llevaría a la GTIS, la escuela de artes escénicas más prestigiosa de la Unión Soviética. Para cuando conoció a Tarkovski, en torno a 1959, era director del Teatro Gitano Romén, y un motivo de orgullo para toda la comunidad de exiliados españoles.

Fue el propio Gutiérrez quien presentó a Dionisio García Zapico a Tarkovski. En cuanto a Alfredo Álvarez, su amistad con el cineasta llegó por otra vía: el gijonés había estudiado fotografía en la VGIK, la escuela de cinematografía, donde coincidió con Tarkovski. Álvarez fue el responsable de la fotografía del primer corto de Tarkovski, "Los asesinos".

"Fueron años pletóricos, nos sentíamos con una energía enorme, nos creíamos capaces de cambiar el mundo", relata Gutiérrez. En el Ararat bebían vodka, discutían sobre el sentido de la vida y por lo general, Dionisio y Ángel acababan cantando canciones españolas.

En 1962, Tarkovski estrenó su primer largo, "La infancia de Iván", con el que ganó el León de Oro en Venecia. "Era una gran película y nos gustaba mucho, pero era un amigo más. No había esa distinción de decir 'era un genio'", relata Gutiérrez. Cuatro años después, cuando Tarkovski le proyectó "Andréi Rublev", cuando el asturiano comprendió la talla de su amigo.

El espejo

En 1973, Tarkovski era ya un cineasta de renombre mundial. Acaba de terminar "Solaris", su tercer largometraje, y preparaba un nuevo proyecto, pero eso no evitaba que sufriera auténticas penalidades en la Unión Soviética. Para entonces, Ángel Gutiérrez llevaba una década tratando de filmar "A la mar fui a por naranjas". "La censuraban, les gustaba el guion pero lo censuraban. Pensaban que todo aquello de la mar era una metáfora sobre la URSS, donde no había naranjas, y yo les explicaba que no, que era un tema de mi infancia", relata Gutiérrez. Tarkovski intercedió por él ante el principal estudio del país, Mosfilm: " Nos pidieron que lo redujésemos, que era muy largo. Él estaba empezando a escribir 'El espejo', y me ayudaba a cortar mi guión", explica Gutiérrez.

Fueron muchas semanas trabajando juntos, en casa de Tarkovski: Gutiérrez llevaba algo de comer y pasaban las tardes escuchando a Bach y dándole forma al guión. "Llegamos a un episodio en el que los niños españoles, en el muelle de Gijón embarcábamos para Rusia. Le gustaba mucho y me pidió incluirlo en 'El espejo'. Accedí encantado, porque para entonces ya había entendido que nunca me dejarían rodar mi película", explica Gutiérrez.

El asturiano ayudó a Tarkovski a seleccionar el reparto, todos emigrantes españoles, y él mismo y Dionisio García Zapico se incluyeron como figurantes. Finalmente, Ángel Gutiérrez ayudó a Tarkovski a montar el episodio, que está dialogado en español. Fue la aportación asturiana a una obra maestra del cine mundial.

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