Una de las "obligaciones" que ha de cumplir un artista para que su obra cuelgue de los muros de los grandes museos del mundo como el Prado, el Louvre o el Thyssen es haber muerto. El reconocimiento no llega hasta después de la muerte tras una vida, en muchos casos, llena de penalidades e incomprensiones. Pero la artista asturiana Chechu Álava ha podido sortear esta maldición y desde ayer y hasta el 29 de marzo podrá ver veinte de sus obras en el Museo Thyssen-Bornemisza compartiendo espacio con los maestros que más admira.

Bajo el título "Chechu Álava. Rebeldes", la artista de Piedras Blancas ha reunido veinte retratos femeninos pintados a lo largo de su vida profesional que representan a otras tantas mujeres destacas por su talento y vida a contracorriente que fueron rebeldes a la hora de desafiar las normas de su tiempo, como Venus, Eva, Frida Kahlo, Hanna Arendt o Simone de Beauvoir. "Son mis musas; me han servido de guía, de faro, de compañía y me han dado una fuerza inimaginable para, salir adelante. Ellas han abierto puertas y lo han hecho todo para que las mujeres de hoy podamos hacer lo que hacemos", señaló la artista en la presentación.

Dieciséis obras comparten una sala en la planta superior del museo y otras cuatro han sido "emparejadas" con otras tantas de la colección permanente del Thyssen de grandes autores como Edvard Munch, Ernst Ludwig Kirchner, Max Beckmann y Marc Chagall.

"Exponer en el Thyssen ayuda muchísimo a dar a conocer mi pintura de una forma más profunda. Para mí es muy importante la Historia de la pintura porque bebo y aprendo de ella. Estar en esta pinacoteca es estar en el lugar soñado. Me siento una privilegiada por vivir este sueño", comentó Álava.

La aventura de la muestra se inició con un e-mail enviado por Rocío de la Villa, a la postre comisaria de la muestra, proponiéndole el reto: "Le dije: Mañana te contesto, que me he puesto muy nerviosa. Sentí una emoción inmensa, incluso miedo porque no sabía si estaba a la altura de entrar en esta pinacoteca. Han sido unos meses muy emocionantes de mucho trabajo. No sabes por qué te pasa esto porque es un regalo". De la Villa le planteó hacer una exposición con retratos de mujeres célebres "que he ido haciendo estos diez años intercalándolos con otro tipo de obras para centrarnos en retratos de mujeres que han ido abriendo puertas y que para mí han sido como hermanas mayores. Para la colección permanente hubo que seleccionar cuatro obras que pudieran hacer un guiño a otras que estuviesen en el Thyssen y al final, yo que soy muy dura conmigo misma como jueza, estoy muy contenta".

Fue la propia Álava la que decidió los cuatro emparejamientos, y, excepto el de "La chica sentada en la cama del hotel", de Hooper, que está actualmente en préstamo a una exposición de Estados Unidos, todos pudieron llevarse a buen puerto: "Han sido tan generosos que han hecho espacio moviendo obras en su colección permanente para que cupieran mis cuadros".

Estar invitada en el Thyssen no rebaja las ganas de trabajar de Álava. El 10 de febrero viajará a Ciudad el Cabo a una inaugurar una exposición con su obra más reciente y, de allí, a trabajar en su taller de París: "A partir de ahora lo que quiero es encerrarme en mi taller, que se ha quedado vacío. Éste ha sido un trabajo muy intenso y muy bonito, pero ahora necesito volver a mi taller a trabajar tranquilamente, que es lo que más me gusta. La vida ha querido que viva en París. Me fui un poco a la aventura cuando llegué en noviembre de 2001. París me aporta mucho en ver pintura antigua, que es de donde yo bebo mucho".

"Chechu Álava. Rebeldes" es la tercera entrega del programa "Kora", la primera retratista de la historia según el relato de Plinio el Viejo, que presenta cada año en el Museo Thyssen una exposición desde la perspectiva de género para romper con el tradicional papel reservado a la mujer en las artes plásticas como modelos, esposas o musas a la medida del gusto de los hombres. Álava utiliza en sus retratos, casi todos de pequeño formato, la técnica de la veladura consistente en aplicar capas muy delgadas de pintura, de forma que se transparente la capa inferior, resultando que el color que se ve es el resultado suavizado de la mezcla del color inferior más el de la veladura. Esta minuciosa técnica evoca recogimiento y da una perspectiva de intimidad de la protagonista del retrato a la vez que la reafirma como una presencia inspiradora.

La sala del balcón-mirador del Museo Thyssen se llenó para la inauguración. Familiares, amigos, artistas como el fotógrafo Alberto García-Álix, periodistas, coleccionistas y galeristas como Soledad Lorenzo o las asturianas Nuria Fernández y Aurora Vigil-Escalera se dieron cita para acompañar a la artista residente en París, además del director artístico del Thyssen, Eduardo Solana.

Álava quiso agradecer prácticamente de forma individual la presencia de cada uno de ellos, "a las personas que han venido de lejos, al equipazo del Thyssen, a los coleccionistas que han cuidado la obra muy bien, mejor que en mi taller y que apostaron por mí cuando yo no tenía nada y que hicieron que pudiera seguir pintando". Tuvo también un recuerdo especial para la directora de la sala gijonesa Espacio Líquido, Nuria Fernández, "mi galerista de largo recorrido y que es ya una compañera de viaje. Sin ella, esta exposición no habría sido posible, porque consiguió localizar las obras que habíamos querido incluir y las ha traído hasta aquí". Tras la presentación, Álava se reunió con un grupo de coleccionistas interesados en su trabajo y, presumiblemente, en adquirir obra de la que se puede considerar una maestra más del Museo Thyssen.