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Italia Positivo

El lugar de nunca jamás

La capacidad volcánica de languidecer y despertar en el epicentro europeo del coronavirus

El Papa Francisco sale del Vaticano con su escolta para acercarse hasta la iglesia de Santa María la Mayor. EFE

Entre las mejores cualidades del polifacético exalcalde de Roma, Walter Veltroni, está la de encontrar palabras oportunas en momentos oportunos. Como la tribuna política no siempre resulta gratificante para expresarse, halla en los periódicos el mejor soporte donde hacerlo. Veltroni citaba ayer en el diario milanés "Corriere della Sera" al poeta Giorgio Caproni que escribió "Regresé a donde nunca había estado?", queriendo buscar en esa referencia la guía de un obligado camino hacia el final del túnel: el de la resistencia y la soledad. Un camino contra el virus que nos ha hecho retroceder hasta nuestras madrigueras por un tiempo indefinido. Veltroni ha recordado también una de las viñetas más comentadas de estos días en Italia, la de Makkox en "Il Foglio", por lo bien que representa el sentimiento de la población. De ella surge un gigantesco coronavirus bajo esa imagen que hemos empezado a odiar, igual que si se tratase de un monstruo del Averno, en una ciudad desierta. El coronavirus grita furioso: "¿Dónde cojones están todos?". El objetivo es matarlo de hambre, aislarlo a él, aislándonos todos.

El destino ha querido que el COVID-19 haya elegido a Italia como epicentro de su actividad en Europa sin tener en cuenta que no se trata solo de un país de tendencia sísmica, sino también volcánica, capaz tanto de languidecer en sus ensoñaciones como de despertar con furia reparadora y talento solidario para afrontar las peores situaciones con cierta y probada eficacia superviviente. Frecuentemente volvemos a un lugar donde creíamos no haber estado jamás.

Giovanni Bocaccio, testigo ocular de la plaga que golpeó a Florencia en 1348, aludía en el Decamerón a las barreras inútiles, la locura y la alegría. En la peste negra, vio morir a su madrastra Bice, su tío Vanni y su padre Boccaccino, quedando solo con Iacopo, su hermano menor, de ocho o nueve años. Vio desaparecer también a sus amigos cercanos, los poetas Matteo Frescobaldi y Franceschino degli Albizzi y el historiador Giovanni Villani. Como saben, la peste, no identificada con ese nombre, se convierte en el marco y la coartada del Decamerón, que empezaría a escribir ese mismo año y terminaría en 1350. Los cronistas historiadores mantienen que la epidemia, desencadenada por un brote oriental y extendida en las ciudades portuarias europeas, habría alcanzado Florencia en la primavera, cuando estaba sumida en una profunda crisis económica y política, para desaparecer en noviembre. Durante cinco años, de 1347 a 1352, la pandemia se extendió desde el Mediterráneo hasta Escandinavia y los Balcanes, aniquilando al menos a un tercio de la población.

Era un tiempo en el que operaba el curso natural de las cosas y la ignorancia empujaba a unos a abandonar a los otros, incluso los padres a los hijos. El miedo sugería un asco inhumano a los enfermos y muchos pensaban que la mejor manera de vencer el mal era, en la práctica, ignorarlo divirtiéndose en compañía de los demás. Huyendo del arrinconamiento que nos hemos impuesto en nuestros días para arrinconar al virus. Podemos, por tanto, regresar al lugar donde no hemos estado porque el lugar no es el mismo.

Coda: "La Stampa" de Turín destacaba, además del decreto financiero del gobierno Conte de 25.000 millones y la posibilidad de movilizar 340.000 en créditos, la fotografía del Papa, rodeado de sus escoltas, caminando por las calles vacías de Roma, en dirección a la iglesia de San Marcello al Corso para rezar por el fin de la pandemia.

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