La alarma suena a las 2 de la mañana. A las 2.45 ya está en ruta. El cielo de Rotterdam es de un negro profundo. Quedan por delante 1.255 kilómetros en coche, la única compañía de las listas de Amazon Music y una misión: entrar a Polonia antes de que el estado cierre las fronteras por la propagación del coronavirus, una actuación prevista para la siguiente medianoche. Al asturiano Nicolás Martín, Ingeniero Técnico de Minas que reside en Cracovia (Polonia), el punto álgido de la crisis le cogió en pleno curso en tierras holandesas. La empresa organizadora, noruega, decidió cancelarlo y él debía volver a casa. Cuando vio en las noticias que Polonia cerraría sus fronteras no se lo pensó dos veces: cogió el coche y se lanzó a la carretera. Aunque tuviera que conducir durante 14 horas.

"Lo peor son las primeras horas, ahí se te hace más cuesta arriba, pero había dormido lo suficiente como para aguantar", relata a LA NUEVA ESPAÑA desde su casa en Cracovia. Ha dormido 11 horas del tirón para recuperarse del tute. La suya es una historia con final feliz, al contrario de lo que sucede con otros muchos asturianos encerrados en sus países de adopción. Su viaje tiene miga.

Está amaneciendo cuando hace la primera parada, alrededor de las 6.00 horas. Ya es en territorio alemán, cerca de Hannover. El camino se desarrolla sin incidencias, aunque con algunas curiosidades. "Cruzar de Holanda a Alemania no me preocupaba tanto porque no había leído que hubieran introducido ninguna medida", indica. Efectivamente, accede a Alemania sin problemas. Próximo a Hannover, repostaje. "Echo gasolina y tomo un café. No admiten el contacto con la dependienta, hay incluso una cinta rojiblanca que separa a los usuarios", describe. La segunda parada, sobre las 10.00, llega tras superar Berlín. Pasada rápida por boxes: primeras necesidades y estirar las piernas. La frontera está a poco más de una hora.

La aduana polaca es el punto clave del viaje. Nicolás llega antes del mediodía, y la previsión es que se cierre a medianoche. Tiene margen de sobra, pero la situación está enrarecida. "Veo policías y militares. Y han instalado tiendas, como un hospital de campaña, donde van introduciendo a algunos conductores de forma aleatoria para hacerles pruebas", relata. Tú, sí; tú, no; ti, sí; tú, no. Al coche de delante le paran. A Nicolás le dejan seguir. No tiene síntomas, pero se toma la decisión con alivio.

Superado el escollo aún quedan otras cinco horas hasta casa. Otras necesidades se abren camino. En Wroclaw, el asturiano para por tercera vez con el objetivo de comer. "Encuentro un McDonalds, que está cerrado pero tiene operativo el McAuto. Me dan el datáfono por la ventanilla, no hay contacto humano", señala. Con el estómago lleno, enfila el último tramo.

El asturiano aún tiene tiempo de una última parada, a una media hora de casa. Un receso para saborear la victoria tras un viaje de 14 horas. "Lo más duro se me hace al principio, las tres primeras horas, después es más llevadero. Además de escuchar música, llamé a mucha gente: a mis padres, a mi mujer, a mi amigo Ignacio... La clave es que las últimas horas aún era de día, que así no te da sueño".

Con la meta alcanzada y apuntado al teletrabajo, el asturiano señala algunas diferencias en la evolución de la enfermedad entre España y Polonia: "Aquí el virus aún no está tan y se nota que hay más tranquilidad, aunque las medidas, como cerrar la aduana, son contundentes. También hay cosas que van con el carácter: en Cracovia, la gente se respeta más a la hora de ir al supermercado a hacer la compra".