"Es una sensación increíble ver al paciente cómo mejora usándolo". Lo dice Daniel González, técnico especialista de emergencias sanitarias -nacido en Noreña y residente en Infiesto- que junto a dos compañeros de Madrid y Sabadell ha patentado un respirador autónomo que no necesita de electricidad y es notablemente más barato que los equipos que se usan actualmente en los hospitales. Por el momento, su invento se está probando con resultados positivos en el hospital de campaña desplegado en Ifema (Madrid) para atender a las personas contagiadas por el COVID-19.

La idea surgió de la conversación entre González y Javier Tamayo, su compañero madrileño -luego se les sumaría el catalán Óscar Maroto-, que le relataba su experiencia en la capital del país: "Me decía que nunca había visto nada igual y eso que él trabajó en los atentados del 11M".

Conscientes de que "se está dejando morir a gente por falta de medios", recurrieron a las piezas que tenían a su alcance para diseñar un primer modelo de respirador, parecido a una mascarilla. Posteriormente, asesorados por otros especialistas, perfeccionaron el diseño, que cuenta con tres válvulas de entrada. Una para el oxígeno, otra para aire comprimido y una tercera para otro gas del que se pueda disponer en sustitución del aire comprimido. Con esto logran mejorar notablemente la saturación de oxígeno en sangre, explica González.

Una vez construido el primer prototipo -lo que les llevó unos cuatro días- comenzaron a buscar piezas para hacer otros veinte que les sirvieran como unidades de prueba. Las piezas se las donó un empresario de Fuenlabrada y a la par consiguieron financiación para el proyecto y que se les concediera la opción de probarlo en entornos reales. Los veinte prototipos se elaboraron en Noreña, Infiesto, Madrid y Sabadell. En la jornada del lunes, recibieron definitivamente la aprobación para probarlo en el hospital de campaña madrileño y los resultados fueron "francamente positivos".

Ahora buscan la manera de hacer frente a la avalancha de encargos a la que se enfrentan, que llegan incluso desde el otro lado del océano: "Nos han llamado ya de México DF y nuestra idea es poder hacerlos llegar a Sudamérica".

Su principal objetivo es conseguir financiación para poder seguir adelante con la fabricación. Por el momento, varias empresas ya les han ofrecido sus naves y personal para poder elaborarlos. Su cálculo es que podrían fabricar algunas de las piezas a un ritmo de "veinte por minuto". El venezolano afincado en Noreña Alain Díaz, de la empresa BoLife, es quien se encarga de la búsqueda de recursos para el proyecto.