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El cura obrero que iba a la hierba

El prelado compaginó sus estudios con la tarea de echar una mano a su padre, trabajador de la construcción, y con el fútbol en la Cultural Leonesa, donde jugó y fue capellán

Fernández, en el centro, con un grupo de jóvenes de confirmación en Nuevo Gijón. J. RUS

Gijón, Luján PALACIOS

Cuando Jesús Fernández González era un chaval, ayudaba durante los veranos a su padre, Benigno Fernández, como peón de albañil en varias obras en Gijón y de esa manera participaba en sostener la economía familiar. Varias décadas después acaba de ser nombrado por el Papa Francisco obispo de Astorga, pero su vinculación con la ciudad asturiana, donde muchos recuerdan su talante atento y voluntarioso, se mantiene con el paso del tiempo.

Fernández, de 64 años, nació en el pueblo leonés de Selga de Ordás, pero su familia se trasladó a vivir a Gijón cuando él tenía quince años para instalarse en 1971 en el barrio del Nuevo Gijón. Desde entonces los Fernández han estado muy unidos a la parroquia de La Purísima, a la que acuden con cierta frecuencia. El párroco, Pin Fonseca, mantiene con el nuevo obispo de Astorga relación de amistad y ayer fue uno de los primeros en felicitarlo por su nombramiento, aunque no resultó tarea fácil. "Llevo todo el día llamándolo, pero no coge el teléfono, debe estar desbordado", concluía.

De la época del Jesús Fernández más joven, Fonseca recuerda "cómo colaboraba con la familia cada vez que venía desde el seminario en León para pasar las vacaciones". "Eran cuatro hermanos en casa y siempre arrimó el hombro, primero dando clases particulares en una academia de La Calzada y también trabajando como ayudante en la construcción, con su padre. Una de las obras en las que lo recuerdo fue precisamente la del centro de salud de Perchera-La Braña, al lado de Nuevo Gijón, que se estaba construyento por aquel entonces", rememora el párroco.

El mismo Jesús Fernández recordaba hace unos años, con motivo de su nombramiento como obispo auxiliar de Santiago de Compostela, unos orígenes rurales y humildes. "Mis padres tenían un puñado de vacas y se dedicaban a la ganadería en su pueblo leonés. También araban alguna tierra, pero en 1971 decidieron irse a Gijón, una ciudad donde había mucho trabajo. Mi padre era encofrador y vino a trabajar a Uninsa, creo recordar. Y aquí ha estado trabajando hasta hace unos cuantos años, cuando se jubiló. Yo estaba en el Seminario y venía durante los veranos y las navidades a Nuevo Gijón", relataba entonces. El joven Jesús compaginaba la estancia estival en Gijón "con ayudar a mis abuelos maternos, que seguían en el pueblo". "Me iba con ellos a recoger la hierba, o a segar el centeno, o a trillar en la era. Cuando mis abuelos dejaron el campo y yo venía a Gijón buscaba algo que hacer" , explicaba. De ahí que durante un verano trabajara como peón y diera clases particulares de Latín y asignaturas de Letras.

En los antiguos campos frente a la parroquia de Nuevo Gijón, un poco inclinados, era donde jugaba al fútbol. "Y frente a la casa de mis padres, en la calle Orán, también había un gran prado, donde hoy está la salida por autopista. Allí poníamos unas piedras y jugábamos. Solía ser portero, pero también defensa", relataba al hilo de sus memorias juveniles el recién nombrado obispo de Astorga.

La afición futbolera lo condujo a cotas más altas, porque siendo seminarista militó en la Cultural Leonesatras pedir permiso al obispo, porque no era muy habitual compaginar ambas dedicaciones. "Me dijo que adelante, pero eso suponía que por las tardes, cuando tenía que entrenar, perdía tiempo de estudio. Se ve que confiaban en que yo sacaría ese tiempo por otro lado. Después, ya ordenado, jugué en la Unidad de La Magdalena, y también en el San Francisco de León", apuntaba Fernández, que además fue capellán de la Cultural Leonesa.

Sus padres, Isidora González y Benigno Fernández, son muy queridos en el barrio de Nuevo Gijón, donde siguen residiendo de manera habitual, alternando la jubilación con estancias de descanso en su pueblo natal leonés. El nombramiento de su hijo como obispo de Astorga los ha encontrado en Selga, donde han pasado el confinamiento y donde han recibido las felicitaciones de sus paisanos. En el barrio gijonés de Pumarín reside otra de sus hermanas, María del Carmen Fernández. También tiene un hermano médico en Valencia y una hermana enfermera en León.

Fue en la capital leonesa donde inició una fructífera trayectoria eclesial aquel chaval leonés enraizado en Gijón que vuelve de vez en cuando a Asturias, como hizo en 2016 para la confirmación de su sobrina Cristina Olivar, en una ceremonia que él mismo ofició. Es hombre curtido en Humanidades y licenciado en Filosofía "que ayuda a tener cierta independencia de pensamiento y a ejercer una crítica de la cultura y la situación que vive el mundo". El mismo del que aún se conservan fotos en la parroquia de La Purísima, como si no hubiera pasado el tiempo.

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