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El demonio tiene muchas caras

El conservador del Bellas Artes Gabino Busto guía una inquietante visita por la muestra "El diablo, tal vez" para los lectores de LA NUEVA ESPAÑA

Gabino Busto comenta una de las obras de "El diablo, tal vez" durante la visita guiada a la exposición. IRMA COLLÍN

Una corriente maléfica recorre el tiempo y el espacio, se extiende por el mundo y atraviesa la historia. El diablo, que es su representación encarnada, adopta formas repulsivas, pero a veces aparece bajo un aspecto peligrosamente tentador, con el cuerpo de un atleta o el rostro de una doncella. Gabino Busto, el restaurador del Museo de Bellas Artes de Asturias, mostró algunas de sus caras a los participantes en la visita guiada a la exposición "El diablo, tal vez", en la que ayer participaron una decena de lectores de LA NUEVA ESPAÑA.

Busto guio el recorrido por la exposición, realizada por el Museo de Escultura de Valladolid, el Museo San Telmo de San Sebastián y el Museo de Bellas Artes de Asturias. El restaurador empezó por una de las representaciones más "atractivas" del demonio, una talla de "un diablo apolíneo", con un cuerpo joven y musculado, realizada en el siglo XVIII, un ser alado que se retuerce de dolor por la punzada que San Miguel le está asestando con su lanza. Del arcángel, que debía formar parte de ese conjunto, no queda ni rastro, pero el demonio ha sobrevivido y se conserva en el Museo Nacional de Escultura. Ha perdido una de sus alas, pero mantiene su expresividad.

La maldad que emana de esa figura contorsionada es la que quieren transmitir, y sobre la que advierten, el resto de las obras que componen la exposición. Gabino Busto encontró infinidad de conexiones al comentar los cuadros. En una oscura tabla, en la que, como en otras de las que se muestran en esta exposición, "late" el espíritu de El Bosco y que representa el descenso de Jesucristo al limbo, el restaurador vio un paisaje urbano arrasado y desolado, como los de las ciudades europeas bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial. En la obra en torno a la que se articula "El diablo, tal vez", "Las tentaciones de San Antonio", de Jan Brueghel de Velours, localizó una escena que el padre del pintor, Pieter Brueghel el Viejo, representó en uno de sus grabados, cuya reproducción cuelga a pocos metros: una mujer desnuda y otra elegantemente vestida, conducidas ante el santo con la intención de tentarlo y hacerle caer en la lujuria.

Existe una continuidad en el arte, una corriente que lo atraviesa, fue lo que vino a decir Gabino Busto ayer, y lo fue demostrando con sus explicaciones. El arte se ha ocupado de asuntos universales, como la maldad, que han obsesionado y siguen obsesionando a la humanidad. "Hablamos de arte y de sus relaciones con el pensamiento. El diablo es una figura muy importante en la cultura, y no solo en el cristianismo, también para el judaísmo y el islam. El diablo nos empuja al pecado", explicó el restaurador. Esa indagación sobre la inclinación humana al mal ha traspasado los siglos y llega hasta la actualidad, y así se muestra en "El diablo, tal vez", que contiene la producción audiovisual que el joven artista belga Antoine Roegiers ha realizado animando las imágenes de Brueghel el Viejo sobre los pecados capitales.

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