Cuando un espectador ovetense, incluso asturiano, adquiere una entrada para asistir a un espectáculo de Ara Malikian, ya sabe a lo que se expone. Buena parte de los asistentes que ayer llenaban todo el espacio disponible del teatro Campoamor ya había asistido previamente a algún concierto del violinista (no en vano Oviedo es genuino “territorio Malikian”), y los que tenían la fortuna de enfrentarse al genio libanés por vez primera a buen seguro habían visto ya sus vídeos por internet. A unos y a otros, Malikian les dio lo que demandaban: un espectáculo tan excéntrico como redondo, tan fluido como vigoroso. Malikian en estado puro, devolviendo con su show cada céntimo del precio de la entrada a un público agradecido.

Malikian hiló canciones propias con temas de artistas como Björk, Paganini o Bowie, y con divertidos relatos

El espectáculo con el que el violinista libanés se presentó en Oviedo es el más pequeño de su repertorio. Sobre las tablas del Campoamor estaban apenas él y el pianista Iván “Melón” Lewis. Pero la expresividad del violinista, su talento y su proverbial verborrea, llenaban el escenario como si en el Campoamor se estuviese representando “La valquiria”.

El concierto comenzó con un tema introductorio tras el cual Malikian se dirigió por primera vez al público. El violinista expresó su felicidad, también la de Lewis, por tener la oportunidad de tocar de nuevo ante el público. “Si no os importa, vamos a tocar 18 horas seguidas”, afirmó Malikian, que animó al respetable a entrar y salir del teatro sin miedo, a respetar el confinamiento: “no os arriesguéis a que os detengan”, señaló.

Tras esta primera intervención, Malikian comenzó a armar un concierto memorable. Este formato singular invita a pensar en cierta intimidad, y así es en gran medida. Pero Malikian no tardó en sacar todo el color y el brillo de su música, y también esa mezcla de culturas tan característica en su trayectoria.

Así, Malikian fue encadenando piezas propias y versiones tanto de obras clásicas como de temas icónicos del pop y el rock. En un momento determinado emergió Paganini, su admirado Paganini, con la hermosa “La Campanella”. En otro momento, aparecieron Björk y su “Bachelorette”. Y no faltó, porque nunca falta a la cita, el inmortal David Bowie y su “Life on Mars”. Entre el público, algunos tarareaban por lo bajini: “Sailors fighting in the dance hall / Oh man, look at those cavemen go / It’s the freakiest show”.

Entre unos y otros, Malikian colonizaba pedazo a pedazo, pulgada a pulgada, el escenario del Campoamor. En el concierto de ayer se percibió con nitidez lo consciente que es el violinista de la importancia de la teatralidad en su espectáculo. La puesta en escena estaba apoyada en una iluminación muy cálida y con mucha potencia, que acompaña a la música en todos sus golpes de efecto, tanto los plenamente íntimos como aquellos en los que el talento de Malikian emerge incontenible, desbordante. También irresistible, gracias a esa mezcla improbable de la herencia gitana, la formación clásica y el desparpajo arrollador.

Varios momentos de la actuación de Malikian

Porque todo esto funciona gracias a la personalidad arrolladora del libanés, siempre saltando, bailando, brincando, interactuando con el público como un Freddie Mercury redivivo y armado con un violín. Un tipo que es, además, un gran contador de historias, unos relatos ingeniosos y grotescos que intercala entre las piezas musicales, armando entre el violín y la palabra un recorrido acaso idealizado, acaso apócrifo, de su vida.

El violinista advirtió al inicio de su intención de tocar “18 horas”, aunque al final se conformó con dos

La receta es siempre la misma con Malikian, pero el plato es siempre diferente. Porque siempre hay algo de improvisación, de explosión vitalista, en los conciertos de Malikian. Como lo hubo anoche en el Campoamor, en otro concierto memorable del libanés (y van ya unos cuantos en Oviedo). Es por eso que las entradas volaron nada más salir a la venta, tanto para esta primera fecha como para el segundo concierto, que se celebra esta tarde (19.00 horas). Porque Malikian siempre compensa.

El concierto terminó, inesperadamente, con una disculpa: la del propio Malikian, que no cumplió su promesa de tocar 18 horas. El concierto se cerró en apenas dos, pero nadie se quejó: dos horas con Malikian cunden como dos días.