A Bernardo Sanjurjo (Barres, Castropol, 1940), decano de los pintores asturianos, el arte le ha enseñado a ser humilde. “No voy de nada, cuando uno profundiza en el arte se da cuenta de que no es nadie, y si hace algún descubrimiento es para él mismo. La humildad es una virtud y despreciarla es una torpeza”, reflexionaba ayer tras haber recibido, bien acompañado por familiares y amigos, el premio al “Asturiano del mes”, que LA NUEVA ESPAÑA le otorgó en marzo, con ocasión de la exposición “Piel trabajada” en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Aquel mes Sanjurjo tuvo que aceptar la notoriedad que le reportó ese acontecimiento artístico, además de otras dos exposiciones que coincidieron por la misma época, una en la Universidad y otra en la Escuela de Arte de Oviedo.

“Tus pinturas cuentan tu vida, son como eslabones de una cadena”, comentó ayer Bernardo Sanjurjo, y, coherente con la modestía que tanto aprecian en él sus conocidos y pese a ser considerado un maestro, reconoció que aún continúa “aprendiendo e intentando no repetir lo mismo”.

“Yo no he llegado a ningún lugar, pero estoy a gusto aquí, en Oviedo. Murió mi esposa y sigo aquí. En Madrid me habría perdido y aquí me he encontrado: encontrarse es lo que tiene que hacer el artista y el ser humano”, declaró Sanjurjo, que está considerado como el padre del arte contemporáneo en Asturias.

La subdirectora general de LA NUEVA ESPAÑA, Ángeles Rivero, elogió al artista y al hombre. Recordó que la relación entre el periódico y Sanjurjo se remonta a 2001, año en el que realizó su felicitación navideña y su obra se incorporó a la colección de arte gráfico del diario. De su faceta personal destacó su “bonhomía, sensatez, equilibrio personal y humildad”.

Junto al director del periódico, Gonzalo Martínez Peón, y su ex director, Melchor Fernández Díaz, Rivero entregó a Bernardo Sanjurjo una página del periódico personalizada, que da cuenta del reconocimiento que LA NUEVA ESPAÑA le ha otorgado, una caricatura del dibujante del periódico, Pablo García, y por último la estela creada por Legazpi como emblema del “Asturiano del mes”.

En el acto de ayer, celebrado en el salón del Club Prensa Asturiana, en Oviedo, Bernardo Sanjurjo estuvo acompañado por sus hijos Miguel y Pablo Sanjurjo, sus nueras Ana Blanco y Ana Vázquez y sus tres nietos, Mateo, Olivia y Juan Sanjurjo. Lo acompañó su hermana, Consuelo Sanjurjo; amigos y colegas del mundo del arte, como el director del Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio; el ex consejero de Cultura del Principado, Manuel Fernández de la Cera, y su esposa Pilar Bagüés; el escultor Fernando Alba; la profesora de Historia del Arte María del Mar Díaz y su esposo, el artista Francisco Velasco; la catedrática jubilada Roser Calaf y otras amistades personales como Rosina Méndez, Teresa Villamea, Luchi Menéndez, Luz Díaz Ruiz y su marido Juan Antonio Vergara, Cristina Alonso y Carmela Villanueva.

Bernardo Sanjurjo recibe la estela de Legazpi de manos de Ángeles Rivero, en presencia de Gonzalo Martínez Peón y de los invitados al acto. | Luisma Murias

Un emocionado recuerdo al crítico de arte Rubén Suarez


Bernardo Sanjurjo tuvo ayer un recuerdo emocionado para su amigo Rubén Suárez, que ejerció la crítica de arte desde las página de LA NUEVA ESPAÑA y que falleció hace un año. La subdirectora general del periódico se sumó a ese reconocimiento póstumo, evocando el buen hacer y la capacidad de Suárez para descubrir y alentar el talento artístico.

Tras recoger los obsequios que acompañan la distinción de LA NUEVA ESPAÑA, Bernardo Sanjurjo confesó sentirse “abrumado por tantos elogios”. Expresó su agradecimiento al periódico, por haberle apoyado desde sus inicios “con esta afición mía tan endiablada que es la pintura”. Habló de la dureza de la carrera artística y de lo complicado que es “ser coherente y no hacer frivolidades: ahí está el meollo de la cuestión”.

También contó que la exposición “Piel trabajada”, en el Museo de Bellas Artes de Asturias, le ha dado muchas satisfacciones. “La mayoría de la gente ha tenido buenas palabras para ella y eso supone un motivo de orgullo y me afianza en que he escogido el camino correcto –uno de los caminos correctos, porque hay muchos–”, añadió.

El pintor recordó algunos rigores de su vida, cómo empezó a trabajar a los 10 años con su padre y el fallecimiento de su hermano y su esposa.