El paso de la Chamber Orchestra of Europe, ayer, por el Auditorio Príncipe Felipe, de la mano del director Antonio Pappano, y con la violinista Janine Jansen, dejó un concierto memorable en el que el público disfrutó y quedó arrollado, y no precisamente por ese orden. El concierto nº1 en Re Mayor op.1 de Prokófiev, con una Jansen insuperable, sonó como una gran explosión, un impacto maravilloso y difícil en el que las texturas del Stradivarius Shumsky-Rode de 1715 y una orquesta en estado de gracia remataron la complejidad y la intensidad que solo la maestra de los Países Bajos es capaz de expresar.

Antes de que Jansen se subiera al escenario, la nueva sesión de los Conciertos del Auditorio, un ciclo de la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, la orquesta europea había empezado con "Le tombeau de Couperin", donde había presentado ya una paleta muy rica en matices y muy bien definida, donde el dialogo entre cuerdas y madera fue dibujando un paisaje luminoso y vivo. Destacó en este arranque el oboe de Philippe Tondre, con un fraseo distinguido e inspirado, en especial en el tercer movimiento. Ravel acabó arriba, con Pappano ya crecido y la orquesta mostrando una sonoridad rotunda.

El patio de butacas, ayer, antes del concierto. | Fernando Rodríguez

La aparición de Jansen y su magnética presencia en el escenario, sumada a las notas rotundas, brutales, violentas y afiladas de Prokófiev, dejó pegado en el asiento al público. No es solo la velocidad o el virtuosismo. Jansen evita los fuegos artificiales de otros artistas y ofrece una interpretación más allá de la sinceridad, comprometida casi en carne y fuego con el Stradivarius y la partitura. Los glisandos, los agudos imposibles y esas cimas de emoción inalcanzables de despedida recibieron la ovación rotunda. Hasta cinco veces salió a saludar y dejó, de regalo, unas emocionantes notas de Bach en el bis.

La segunda parte del programa fue diferente en su carga emocional pero igual de formidable en ejecución y expresión. “Demasiada alegría”, como bromearía al final Pappano para ofrecer de bis el "Vals triste" de Sibelius. La Chamber Orchestra of Europe ofreció primero la "Serenade for string orchestra" en Mi mayor de Dvorak, con los 34 músicos de cuerda en el escenario y esa gestualidad amable y gozosa del director, con un tercer y quinto movimientos llenos de vigor. Las "Danzas de Galanta", de Kodaly fue como una fiesta de cumpleaños. Un regalo en ejecución y resonancias donde mereció un aplauso especial el clarinete de Romain Guyot y la flauta de Clara Andrada. Las "Danzas" permitieron a la orquesta y a Pappano sacar toda la artillería y al público conducirse por la recta final de la velada sin miedo y sin frenos. Una noche de maravilla y asombro.