Carolina, fadista trasmontana

Carolina nació hace unos treinta años en Hamburgo, pero siendo una niñita de cinco meses, sus padres volvieron de la emigración con ella a su pueblo de Trás-os-Montes, llamado Aveleda, en la raya fronteriza con la comarca zamorana de Sanabria. A muy pocos kilómetros de su aldea de origen está Calabor, pueblo español que tiene un balneario termal de aguas sulfurosas, hoy cerrado pero hace algo más de un siglo frecuentado ni más ni menos que por la emperatriz de Francia Eugenia de Montijo, granadina esposa de Napoleón III.

En aquella aldea, antes de que se fuese a estudiar a la Escuela de Bellas Artes de Porto y antes de que aprendiese canto lírico, había oído a sus padres y abuelos cantar música popular y fado en su casa. Y había escuchado grabaciones de Amália Rodrigues o Maria Teresa de Noronha. Luego, ya en persona, trató y oyó los fados de Maria Fernanda o de la gran Beatriz da Conseição, entre otras. Y quién sabe si se habría también dejado influir de una manera telúrica por la finura y maneras imperiales de la circunstancial vecina emperatriz de Francia cuando iba a aquella comarca a tonificarse con las aguas termales, profundas y enjundiosas; porque Carolina tiene una voz de "timbre antiguo" y canta un fado profundo y sentido, con un aire elegante, que ha ido madurando estos últimos años en sus actuaciones habituales en el Clube de Fado y en la larga temporada que cantó e interpretó el papel de Amália joven, en el musical Amália de Filipe La Féria.

Vino acompañada de cuatro estupendos músicos -Pedro Viana, Luis Pontes, Daniel Pinto y Quiné Teles- y un técnico de sonido, João Cebolas, que fueron muy brillantes, apreciando su actuación de un modo especial en la guitarrada de intermedio, en la que tocaron una mezcla de "Variações".

Entre un total de veinte temas de la velada, en la primera parte de la actuación hubo más interpretaciones que en la segunda de temas que no fueron fados. Luego se sucedió una mayoría de fados-fado y algunos fados-canção, muchos de ellos de tempo ágil y temas alegres. Para mi gusto fueron extraordinarios el "Pagem" de Alfredo Marceneiro, el conocidísimo "Estranha forma de vida" y el "Pechincha", todos ellos cantados con una voz preciosa, fuerte, rotunda, sentida, melódica y brillante, con alma que le permite estilar de un modo personal los fados, con una novedad que no los desnaturaliza. En fin, estupenda. La única pega que quizá se le podría poner es que sus elegantes vestidos, tan adecuados a su "bonita figura", no fueron de fadista castiza, sino de emperatriz, puede que por aquello de la vecindad de Eugenia de Montijo en sus ancestros geográficos.

Con este concierto se acaba la sexta edición de los ciclos Noches de Fado "Divas", que organizadas por El Cohete Internacional, con el apoyo de la Mostra Portuguesa del Instituto Camões, la SOF, LA NUEVA ESPAÑA y la SER, han traído a Oviedo en estos seis años un estupendo plantel de fadistas y que esperamos volver a vivir en su séptima edición del próximo otoño.

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