Performance barroca

Daniel Hope es uno de los músicos más relevantes y reconocidos a nivel internacional. Discípulo de Yehudi Menuhin, su prolífica y comprometida carrera está plagada de éxitos reconocidos por la crítica, el público y la industria discográfica, que mantiene en el violinista británico una solvencia poco habitual entre las denominadas "Discográficas de música clásica". Sobre el escenario, su planteamiento estético parte de una visión global del "fenómeno musical", en la que la partitura se convierte en uno de los múltiples elementos que entran en juego, en un registro limitado de la obra a la que el intérprete ha de dar vida en todas sus dimensiones. Invita así a investigar otro tipo de expresiones y acciones que sustituyan al modelo de función heredada del romanticismo alemán, en la que el público contempla, como si de un misterio iniciático se tratase, la obra inspirada al compositor y que el intérprete revela en ese instante.

Desde que en la década de los años sesenta del pasado siglo la "Performance" como género comenzase a ser reconocida como expresión artística, la idea de potenciar la "acción desarrollada" caló en todos los ámbitos de la música y en especial entre los defensores de la estética de la "Música Antigua" centrada en el barroco. Hope hace suyo, en los conciertos, el concepto de "performance" como idea particular de entender el arte, de jugar con las emociones y las ideas, sorprendiendo al público con cada gesto, con cada sonido. El barroco, con sus "ricercares", variaciones, romanescas, pasacalles?, y su búsqueda de la sorpresa y la expresión, es el contexto ideal para dar rienda suelta a una improvisación imaginativa y provocadora. Sirvan de ejemplo la "Ricercata segunda" de D. Ortiz, la "Sarabande" de G. F. Händel o la "Sonata en re menor para 2 violines y continuo, 'La Follia'" de A. Vivaldi, con las que "Daniel Hope & Friends" comenzaron el concierto del sábado.

El propio nombre de la agrupación, "Daniel Hope & Friends", más propio de un "combo de jazz" que de una agrupación de cámara, ya sugiere un cambio en la disposición de entender la música y su aproximación al público, como así demostraron los cinco músicos que compartieron escenario con D. Hope. Destacó el percusionista Michael Metzler, que a lo largo del concierto no solo sedujo al público con la sutileza de sus contrastes rítmicos, sino por una gestualidad cercana al malabarismo circense. La sutil pero a la vez enérgica expresividad del violín de Hope contó con el minucioso contrapunto instrumental de Simos Papanas. La capacidad de conseguir matices tímbricos del violinista británico resultó cautivadora en el dúo protagonizado junto al laúd de Ch. Sommer en la "Imitazione del liuto" de J. P. von Westhoff, en el que ambos instrumentos se fundieron en una delicada cantinela. El chelo de Angelos Liakakis y el clave de Naoki Kitaya asumieron un papel que fue más allá del mero "bajo continuo" con efectos "claroscuros" que llenaron de color todas sus intervenciones.

Un concierto lleno de "novedades" sorprendentes sobre un repertorio que cuenta con más de trescientos años de antigüedad.

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