Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

El cadáver de Perlora

El lamentable deterioro de la ciudad-jardín, muestra del desprecio por el patrimonio

La ciudad-jardín de Perlora es hoy, un verano más, un cadáver putrefacto. Perlora se desmorona y apesta ante la indiferencia de todos. Perlora paga el precio de haber sido construida en el franquismo. Perlora tiene la culpa de haber sido la cara amable del régimen. A ver quién se atreve a defender hoy Perlora, no vaya a ser que le tachen de fascista.

Disfruté, y mucho, de Perlora durante cinco veranos en los años 60. Entonces muchos trabajadores demostraban su descontento oponiéndose a pasar allí sus vacaciones. Mi padre, no. Y le doy las gracias, porque si no, hoy carecería de los mejores recuerdos de la infancia, los de las vacaciones. Llámenme nostálgico, pero no porque mis primeros años trascurrieran en una dictadura voy a renunciar a ellos.

Nos instalábamos en el chalet número uno, el de Minas de la Encarnada, al lado de la bolera del bar la Cabaña. Miraba hacia Candás y, durante la noche, el faro iluminaba intermitentemente la habitación en la que dormía. Nunca olvidaré la primera vez que un paisano me llevó a pescar muiles, ni el olor a café y mantequilla en el comedor número dos, ni el alboroto en el cine los sábados por la noche. De risco en risco, devoré todas las existencias de Julio Verne de la muy bien abastecida biblioteca.

Pero Perlora es mucho más que la ciudad de vacaciones (nada que ver con Marina D'Or) de 250 chalets, construida por Educación y Descanso en 1954 para disfrute de la clase trabajadora. Perlora es ya un monumento, nuestro patrimonio, una muestra de la arquitectura del pasado siglo.

Hace unas semanas el Colegio de Arquitectos de Asturias consiguió que fuera catalogada por la prestigiosa Fundación DoCoMoMo (Documentación y Conservación de Arquitectura del Movimiento Moderno). En sus chalets, todos diferentes, en su dos comedores, en su iglesia, en el edificio central administración, biblioteca,?), en las tiendas, han dejado su huella los mejores arquitectos asturianos de los 50. ¿Recuerdan el escándalo que se montó cuando fue derribada la casa Guzmán de Alejandro de la Sota en Algete (Madrid)?

Pero da igual. Aquí no pasa nada. Perlora parece hoy una ciudad bombardeada. La hemos ido dejando deteriorarse hasta tal punto que uno piensa si no sería mejor derribarla del todo. O se conserva o no se conserva, pero no la dejemos convertirse en una ruina. Perlora es nuestro Valle de los Caídos y no sabemos qué hacer con él, como en Madrid tampoco saben qué hacer con el mausoleo de Cuelgamuros.

Siempre me he preguntado por qué el Valle de los Caídos se conserva tan bien mientras Perlora se desmorona. Y no encuentro más explicación que el cuidado de los frailes benedictinos.

Nos guste o no, la Universidad Laboral y la ciudad de Perlora son dos de los grandes monumentos asturianos de la segunda mitad del siglo XX, si no los más grandes. Como el centro Niemeyer y el palacio de congresos de Calatrava lo son ya del siglo XXI. Habrá a quienes no les gusten, pero es lo que hemos hecho y es lo que dejaremos en herencia a las nuevas generaciones. Perlora nos la legaron nuestros antecesores y nosotros la hemos reducido a escombros.

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