José Luis Argüelles

Crítica / Cine

José Luis Argüelles

Un contundente cine político asturiano

El último largometraje de Ramón Lluis Bande (1972), "Escoréu, 24 d'avientu de 1937", propone desde sus planos iniciales una poderosa metáfora de las intenciones del cineasta gijonés. Imágenes de tres madereros con sus motosierras adentrándose en el corazón del bosque, en la densidad de la memoria sepultada por el matorral de los años; un árbol y un ramo resistente; la tierra como página en la que hombres y mujeres han escrito con lágrimas y sangre una historia silenciada que sólo ahora, ochenta años después, sale a la luz.

Curiosidad y expectación por ver la película con la que Bande ha vuelto al Festival de Gijón. Han pasado cinco años y algunos desencuentros. Fuera no le ha ido del todo mal: logró algún premio importante con un título mayor del cine firmado y filmado en Asturias, "Equí y n'otru tiempu" (2014). Sala llena para seguir el filme del regreso.

"Escoréu, 24 d'avientu de 1937" documenta la exhumación de una fosa común en la parroquia praviana del título. Y con ese desenterramiento, la película reúne los fragmentos de un crimen político, vecinal, en la Nochebuena del año de la caída del Frente Norte republicano. Recuerdos hilados por los descendientes de los asesinados. Testimonios a cámara con los que se reconstruye la verdad ocultada o dicha sólo a media voz y en las esquinas de la complicidad. Los derrotados tuvieron que callar para poder sobrevivir.

Se dirá que es otra historia sobre la Guerra Civil. Nada de eso, porque la desnudez del cine que Bande cultiva es insólita. Cuando pone el foco en el paisaje asturiano, que es casi siempre, lo hace para encontrar ahí las huellas de un conflicto político, humano, y realizar una exacta autopsia visual. Los huesos que vemos son un imprescindible mensaje contra todos los inducidos propósitos de amnesia. "Escoréu" no tiene, quizás, la asombrosa perfección formal de "Equí y n'otru tiempu", pero es una película tan moral como necesaria.

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