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Llevan premio

Eduardo, Matos y Moctezuma, o sea México

Hijo de un diplomático y de una poblana que se decía descendiente del emperador azteca, el antropólogo sigue a sus 81 años excavando en el hombre

Eduardo Matos Moctezuma Ilustración: Pablo García

Ricardo Pozas fue un antropólogo e indigenista mexicano que divulgó parte de su trabajo de forma no académica en "Juan Pérez Jolote, biografía de un tzotzil" (1948), donde volcó todos los conocimientos sobre este pueblo en Chiapas con una escritura tan valiosa que se lee como novela y se ha representado como monólogo teatral. El profesor José Vila Selma explicaba que en el nombre del indio estaban todas las esencias culturales de México. Era Juan, por la cristianización; Pérez, por la colonización y Jolote, por el indigenismo. Eduardo Matos Moctezuma sigue la misma regla onomástica: Nombre de santo inglés, primer apellido español y segundo, mexica.

Matos Moctezuma es hijo de un diplomático dominicano y de una mujer poblana que se decía descendiente del emperador azteca. La lectura en la preparatoria de "Dioses, tumbas y sabios", de C. W. Ceram, le dirigió hacia la Arqueología en la Universidad y ya arqueólogo y antropólogo se hizo famoso por sus excavaciones en el núcleo de Tenochtitlan, la capital del imperio mexica, lo que llama "la ciudad abuela". Lo que da como resultado Matos Moctezuma buscando la tumba de Moctezuma II Xocoyotzin en una parte de la ciudad de México, donde para sacar del subsuelo hubo que derribar de la superficie 18 edificios.

Este hombre que acepta la continuidad académica define su vida personal en rompimientos

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La excavación, en general, materializa como nada la cultura de la especie: lo que fuimos está debajo de nuestros pies y lo que fueron los que fueron, debajo de sus huesos de los pies. La máquina del viaje en el tiempo no vuela por los cielos, perfora la tierra.

Matos Moctezuma sostiene que sólo hay un yacimiento arqueológico en México y se llama México, aprecia por igual del centro histórico de la ciudad el Templo Mayor y la Catedral Metropolitana y considera que vive en un país occidental que guarda mucha raíz indígena. Acepta lo que hay, lo integra, lo suma en esta dialéctica del encuentro, con el que se denomina ahora de manera correcta a lo que fue durante siglos el Descubrimiento (que hago) y la Conquista (que te hago) y del desencuentro, al que ha dado voz alta Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, que reclama a España que pida perdón por las barbaridades. Hay un problema cuando no se acepta el mestizaje, se quiere decantar los elementos puros y sigue incordiando el nacionalismo del XIX con sus mitos puros. Me sumo a lo que repite Jerónimo Granda con frecuencia: "lo cortés no quita lo moctezuma".

Este hombre de 81 años que acepta la continuidad en su visión académica define su vida personal en rompimientos, palabra que en el español de México hace referencia a los cambios bruscos y a lo que aquí llamamos rupturas. Cuenta cinco: a los 15 años dejó la religión por la que andaba muy metido. A los 36 abandonó el poder que le daba el consejo de Arqueología para volver a la investigación y así consiguió el proyecto Templo Mayor, su vida. El tercer rompimiento fue con su mujer y "por ende" (sic) sus hijos. El cuarto le llevó a alejarse de lo superfluo de la vida y buscar en su interior las esencias de lo que. El quinto, enfrentarse a la muerte, algo que dijo en 2007. Aquí sigue, excavando en el hombre.

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