Un gol de Sergio al rematar una falta magistralmente ejecutada por Moi Gómez desatascó el partido de León y encarrilló la victoria rojiblanca. Es el segundo gol a balón parado del avilesino en cuatro días, el octavo del Sporting en lo que va de temporada. La secuencia siempre comienza igual. Cuando el árbitro decreta una acción de este tipo, Paco Herrera se recoge en el banquillo y Ángel Rodríguez, el gran estratega, sale como una flecha a dar indicaciones. Si la cosa va bien, la escena termina con el primer asistente de Herrera en el centro de un amasijo de abrazos. No es para menos. Las acciones a balón parado han sido el gran argumento ofensivo del Sporting en este inicio de temporada. Por esta vía (ya sea de forma directa o en segunda acción) han llegado ocho de los trece goles del Sporting. Y, lo más llamativo, es que los rojiblancos no han recibido un solo tanto a balón parado ni en Liga, ni en Copa, ni en la pretemporada.
"Me ocupo un poco más de todo lo relacionado con el balón parado", confiesa Ángel Rodríguez, que atiende a LA NUEVA ESPAÑA, al término del entrenamiento de ayer en Mareo. La prudencia del leonés no hace justicia a la trascendencia que tiene esta faceta del juego en el rendimiento del equipo. Ángel Rodríguez entiende que es "una cuestión de inercia" y que son más efectivas a medida que crecer la confianza del futbolista. "Es importante que el jugador esté convencido de que puede haber una ocasión de gol cada vez que hay un balón parado", remarca.
En el fútbol de plata, las acciones de estrategia multiplican su trascendencia. "Cuanto menor es la categoría, más relevancia tiene el balón parado", apunta y reconoce que "en Segunda División hay más tendencia a poner el balón cerca del área para ver si hay alguna posibilidad de hacer gol". Para el segundo entrenador rojiblanco es una satisfacción recoger los frutos de su trabajo diario: "Hace que uno se sienta orgulloso de lo que va haciendo y que pueda creer mucho más en ello". A pesar de todo, puntualiza que "le dedicamos poco tiempo, porque los futbolistas deben tener muy claro lo que hay que realizar". Y desarrolla la idea: "Si los futbolistas tienen ocho o nueve jugadas en la cabeza, lo normal es que no hagan ninguna. Lo bueno es tener dos o tres acciones por partido y que estén muy claras".
La pregunta es ¿hasta dónde alcanza la estrategia? "A todo lo que tenga que ver con el balón parado, incluso sacar rápido una falta en campo propio para buscar la espalda del rival", sostiene. Un aspecto al que el Sporting está sacando un rendimiento importante, por ejemplo, es el de los saques de banda. Así llegó el tercer gol ante el Sevilla Atlético y una buena ocasión en el primer tiempo. "Lo que requiere un saque de banda es movimiento de los jugadores que van a recibir, se ensaya menos pero hay mecanismos que el propio futbolista tiene automatizados", aclara.
En el fútbol moderno, en el que todo está medido y analizado al microscopio, impresiona la capacidad del Sporting para sorprender a sus rivales a pesar de que "todos los equipos nos tenemos bastante estudiados por lo que intentas cosas diferentes en función del rival". El gran estratega del Sporting se guarda en la recámara su bala predilecta: "Sí que tengo alguna jugada favorita que todavía no hemos practicado aquí, pero que se verá".
En el éxito de una acción de estrategia influyen muchos factores, pero dos de los principales son la pericia del lanzador y la decisión del rematador. "Todos son importantes, pero quizá más el lanzador porque si la pelota no va donde tiene que ir ya no hay acción", razona. En el Sporting se echa de menos algún gol de los centrales, aunque Ángel Rodríguez defiende que "han tenido sus oportunidades a balón parado. Fede Barba es uno de los jugadores que más ha rematado".
El trabajo no siempre mira a la portería rival. Uno de los grandes éxitos del Sporting es que no ha recibido un solo gol a balón parado desde la llegada del cuerpo técnico actual, ni siquiera en pretemporada. "Me preocupa más la defensiva, por el hecho de no encajar y de tener bien controlado al rival", comentar con el temor a romper la racha.
