Ni el plazo fijo bien cargadito tras los traspasos de este verano (Sergio y Barba), ni la pinacoteca que en su día la Agencia Tributaria no quiso aceptar como pago de las deudas del club, ni la galería de trofeos con los subcampeonatos (Liga y Copa), la Stadium, el Carranza... Nada de esto. El mejor patrimonio del Sporting sigue siendo su afición. En un lunes de otoño, en una hora poco apetecible en jornada laboral, la Mareona colapsó las taquillas del Wanda Metropolitano. Una cola de decenas de metros en el coliseo colchonero demostró que, a pesar de que los de Baraja no están respondiendo lejos de El Molinón, hay ganas de ver al Sporting. Minuto 23, y seguían entrando al campo camisetas rojiblancas. Entre los valientes que se desplazaron desde Asturias, y la colonia de compatriotas "exiliados" en la capital (las leyendas urbanas de Areces), más de mil almas que estuvieron como en casa, con homenaje incluido a El Brujo, el eterno.
