Tenía que pasar. Las rachas, ni las buenas ni las malas, son infinitas. Ni llueve ni luce el sol para siempre. El Sporting sigue sin perder. Y van nueve jornadas. Pero el ritmo de puntos de los dos últimos partidos no ha sido suficiente para recortar con el play-off lo esperado. De poder estar a dos puntos, a quedarse a cuatro. Sí, las cuentas de la calculadora de la prima de Martinica de Babin -goleador ayer, y a punto de hacer dos- todavía salen. Pero tic, tac, tic, tac... El tiempo se acaba y el margen de error se ha consumido. Esta vez el Sporting no pudo aguantar el gol logrado en la primera parte después de no haber sabido o podido lograr el 2-0 para vivir más tranquilo. Ya lo dice JA: vivir en el alambre del 1-0 tiene estas cosas. El Elche, a lo suyo, supo reponerse para disgusto de una grada con mejor pinta que otros días. Era día de doble sesión en la vera del Piles: fútbol por la tarde, Bob Dylan al oscurecer. Y como si de un guiño del guionista se tratase, tuvo que ser un viejo rokero como Nino -otra vez Nino, ya van unas cuantas desde la primera vez que lo hizo al Sporting, tanto al primer equipo con al B, en el año 2000- el que amargara con su gol el día a la parroquia rojiblanca. El tanto del Elche, aunque las matemáticas digan lo contrario, complican mucho el objetivo. El gélido silencio con el que la grada despidió a los suyos -ocupada por 20.094 almas aferradas al milagro- puede tomarse como indicador de que el final de la temporada del Sporting está a la vuelta de la esquina salvo victoria en Mallorca y que no señales de milagro en el horizonte.
El bisturí