Pekín

Cinco días después del terremoto que asoló 100.000 kilómetros cuadrados en el suroeste de China, se cifran en 28.881 los muertos, con posibilidad de superar los 50.000; en 168.669 los heridos, y en cerca de 5 millones las personas sin hogar. El presidente chino, Hu Jintao, animó ayer a los equipos de rescate, militares, Policía armada y voluntarios civiles a luchar contra el tiempo para salvar vidas. A pesar de que disminuyen con el paso de las horas las probabilidades de encontrar supervivientes bajo los escombros, el esfuerzo no debe cesar, «pues es la prioridad de nuestro trabajo», dijo Hu a los equipos. «Las labores de rescate entraron en la fase más crucial y debemos hacer cualquier esfuerzo, luchar contra el tiempo y superar todas las dificultades», añadió el máximo líder chino, que desarrolla una incesante actividad visitando hospitales y víctimas para afirmar que el Gobierno no les abandonará.

Los medios de comunicación y la cadena de televisión CCTV destacaron de nuevo hoy el esfuerzo de todo el país, así como al informar de la lluvia de ofertas de ayuda humanitaria de todo el mundo, que ya alcanza los 293 millones de euros. Los daños por el seísmo de 7,8 grados de magnitud en la escala de Ritcher del pasado lunes en Sichuan fueron similares o mayores que en 1976, en la ciudad nororiental de Tangshan, cercana a Pekín, y que originó oficialmente 300.000 muertos, aunque algunas fuentes los cifran en un millón.

Mientras tanto, aumenta la preocupación entre los habitantes de Sichuan por la seguridad de algunas de las 400 presas de la provincia, más de 300 de menor tamaño, y en la vecina municipalidad de Chongqing, donde al menos 17 se vieron afectadas por el temblor. Como medida de precaución, tras algunas reparaciones, las autoridades desaguaron parte del líquido acumulado, lo que, por otra parte, hizo subir el nivel de los ríos, junto a la gran cantidad de agua de lluvia caída hasta ayer, según habitantes de la zona. Otras presas eventualmente dañadas por el seísmo se encuentran en el río Min, que atraviesa la zona más cercana al epicentro del seísmo, en Sichuan y el altiplano tibetano.

El Ministerio de Recursos Hidrográficos envió una decena de equipos técnicos para evaluar los eventuales daños, ya que en conjunto el sistema de distribución de agua potable que suministra a veinte ciudades y localidades resultó muy afectado.

Unos 130.000 miembros de las Fuerzas Armadas chinas trabajan en las operaciones de rescate, que incluyen el desbloqueo de carreteras y la búsqueda de supervivientes entre los escombros. Hasta ayer, solamente fueron aceptados equipos especializados de rescate de víctimas de Japón, Singapur, Corea del Sur, Taiwán y Rusia, aunque los ofrecieran muchos otros países, entre ellos España, Chile y México. A petición de China, el Programa Alimentario Mundial (PAM) anunció el envío de comida preparada para 118.000 personas. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, anunció una primera ayuda de emergencia de 7 millones de dólares.

El drama que asuela China encierra también la tragedia de miles y miles de familias que han perdido a su «pequeño emperador», como se conoce al hijo único que impone la estricta política de natalidad del régimen chino. Niños que son cuidados y mimados hasta el extremo, como símbolo de prosperidad ante la sociedad y seguro de cuidado en la vejez. Es el drama de Lin Buzhi y su esposa, que, en la fotografía, sollozan abatidos con el cuerpo de su pequeña, Jingnong, que murió entre las ruinas de su escuela, en la localidad de Beichuan.