La fox terrier "Kala" y el cachorro teckel "Bruce" han vivido la aventura de sus vidas. Estos dos perros, cuyo dueño es el riosellano Víctor Ceferino Argüelles, estuvieron veinticuatro horas desaparecidos y acabaron siendo rescatados con la ayuda de la lancha de salvamento de la Cruz Roja en un pedrero de acceso casi imposible, al que resulta difícil imaginar cómo llegaron. "Cuando oyeron a su dueño llamarlos desde la embarcación, lloraban, los probinos", señaló un rescatador. El propietario, superado el susto, se mostraba ayer "feliz y contento" con sus mascotas ya en casa.

Víctor Argüelles, que reside en una casa situada entre la ría del Sella y los acantilados que protegen Ribadesella por el Norte, relataba ayer que sus dos perros habían desaparecido a primera hora de la tarde del lunes. En un primer momento pensó que sería una travesura más de "Kala", que se habría llevado consigo al pequeño "Bruce". No era la primera vez que escapaba, pero siempre regresaba. Cuando comprobó que los canes no daban señales de vida, empezó a preocuparse e inició la búsqueda. "Pensábamos que andarían por Ribadesella, pero en ningún momento se nos pasó por la cabeza que estuvieran bajo los acantilados". Buscaron por la villa, sin éxito. Y solo la caída de la noche hizo que desistieran. Bien de mañana reanudaron las pesquisas. El dueño escrutó los acantilados con la ayuda de unos prismáticos, pero nada vio. Empezaba a desesperar. Estaba a punto de avisar a la Guardia Civil y a la Policía Local cuando unos pescadores dieron el aviso: había dos perros en un pedral de Canales, una zona situada detrás de los acantilados, muchos metros por debajo de la capilla de Guía. Los pescadores, que andaban a percebes, no se atrevieron a coger a los perros y abandonaron el lugar de la única manera posible, escalando la pared casi vertical con cuerdas. La zona es muy peligrosa.

Argüelles, ansioso por reencontrarse con sus perros, iba a rescatarlos por su cuenta, con una tabla de surf, pero la Cruz Roja le quitó la idea de la cabeza. La lancha de la entidad se puso en marcha y se acercó hasta Canales. Con sumo cuidado, porque había oleaje y muchas rocas, los navegantes se acercaron a la orilla. En cuanto los perros se percataron de la cercanía de su dueño empezaron a ladrar y a aullar. "Era como si estuvieron diciendo 'estamos aquí'", rememoraba Víctor Ceferino. Fue él quien saltó a tierra y llevó a los canes a la lancha, en brazos. Ambos estaban bien, sin heridas, lo que parece indicar que o bien llegaron nadando o en bajamar. "Si caen por el acantilado habrían muerto", añadió.

Argüelles destacaba la "suerte" de que los pescadores los hubieran visto. "Era imposible verlos desde arriba, ahí se hubieran quedado", indicó, encantado de este "final feliz".