Una golfista asturiana que ha sentido vivamente el asesinato de Celia Barquín es la ovetense Elisa Suárez Gil, que milita en la Universidad de Iowa, a dos horas de la Universidad Estatal en la que halló la muerte la cántabra, tan ligada a Llanes y Asturias. "Conozco a Celia desde los 8 años, cuando empezamos a coincidir en torneos nacionales. Después, a los 18 años, ambas decidimos continuar nuestra carrera deportiva en Estados Unidos, como muchas otras jugadoras de nuestra generación", aseguró a LA NUEVA ESPAÑA. Por puro azar, terminaron coincidiendo las dos en el Midwest, en el Estado de Iowa. "Me sorprendió la rapidez con la que se encariñó de la orografía de la zona, su admiración por los campos de trigo y su color amarillo. Celia era así, tenía una capacidad innata de aferrarse a lo positivo", rememoró.

"Cuando coincidíamos en torneos por otros estados del país, siempre te recibía con una gran sonrisa en la cara y te alegraba el día con su peculiar risa. Por unos instantes me sentía otra vez en España, como en nuestros comienzos", añadió esta joven. "Celia era admirable, tenía un futuro más que asegurado en este deporte por su disciplina, pasión y positividad. No necesitaba ni swing de prácticas, porque le salía natural golpear esa bolita blanca, fruto de su trabajo y determinación", recordó.

Y también resaltó el tesón y la capacidad de sacrificio de la asesinada. "Después de los torneos, ahí estaba Celia dando bolas en la cancha. ¿Cómo lo hacía?, me preguntaba, yo estoy agotada. Pero es que no había demasiado golf para Celia. Y así era su dedicación, desde las siete de la mañana en el campo de golf. Conquistó el deporte de una manera especial, al igual que conquistó a todas las personas que se cruzaron en su camino", finalizó.