Vicente Montes

Melones y calendarios

La reforma estatutaria de Asturias y los otros debates que arrastra

El PSOE ha abierto el melón de la reforma constitucional a costa de que le estallen las sandías autonómicas. El hábil movimiento de Pedro Sánchez para despistar la atención sobre sus tesis doctoral y de paso meterle el agua en el PP y a su titulado presidente Pablo Casado ha tenido efectos inmediatos. Deberían estar previstos, sí, pero parece que no.

Resulta lógico creer que si se retiran los aforamientos en la Constitución o se aborda ese debate, de forma paralela se lleve a cabo en los estatutos autonómicos que establecen una situación singular para algunos altos cargos en los procesos jurídicos. No cabe una "transposición" inmediata; paradójicamente no existe un mecanismo que establezca que una reforma constitucional arrastre sin debate modificaciones en los estatutos en lo que se refiera a la misma materia.

El problema de abrir melones es que uno puede descubrir que el que tiene entre manos no está lo bastante maduro. Y eso ocurre con la reforma estatutaria en Asturias. Quiérase o no, la próxima modificación de la ley fundacional del Principado deberá incluir el debate sobre la cooficialidad: el propio PSOE se ha encargado de dejar eso en bandeja. Ahora bien, ¿es el momento? Los socialistas argumentan que para lo que queda de legislatura y con la trascendencia del debate que propiciaría una reforma estatuaria, mejor esperar al próximo periodo de sesiones. El argumento es lógico, pero no deja de esconder un objetivo velado de esperar a ver qué pasa en las próximas elecciones.

Es lógico que Podemos e IU intenten, ya que estamos en faena, colar ahora la cooficialidad del asturiano en la discusión y de paso tratar de poner entre la espada y la pared a los socialistas. Lo que está claro es que el melón del estatuto no está maduro, por mucho que Pedro Sánchez piense que enredar con una reforma constitucional exprés pueda otorgarle un tanto en la batalla partidista. De fondo, en el debate, lo que falta es el sosiego suficiente como para pensar que cambiar algo tan esencial como la Constitución o los Estatutos no debería estar sujeto a las estrategias cortoplacistas.

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