La cuarta fuerza política de Asturias y con un músculo en los ayuntamientos que para sí quisieran partidos más potentes está en pleno harakiri cuando restan poco más de cuatro meses para las elecciones municipales y autonómicas. Nadie en sus bases entiende una dinámica que no por anunciada resulta menos lacerante entre sus votantes. Cuando IU debía estar volcada en elegir a sus mejores candidatos resulta que está envuelta en líos de expedientes a su último "cabeza de lista" y en disputas por las siglas y el logo de la coalición. El castigo que una crisis interna acarrea en las urnas al partido que la provoca tiene poco que ver con el honor que los samuráis atribuían a su sacrificio.
