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Taxi libre

Sobre las protestas de los taxistas y el precio de viajar

Julio y agosto no son meses para hacer huelga. Alguien tenía que habérselo dicho a los taxistas. Alguien experimentado porque, como ellos no saben de estas cosas, la han liado parda protestando contra ese lobo VTC que se come a las ovejas que somos nosotros. No digo que no tengan razón. Algo de razón tienen aunque solo sea porque se oponen a la gran especialidad de la economía española: crear nuevos empleos, precarios y mal pagados, que sustituyen a los anteriores, mejor remunerados. En eso las empresas están todas de acuerdo. Y, claro, hay casos, como este de los taxis, en el que cuentan con la ventaja de que nadie quiere pagar más por la misma oferta. Es la lógica del usuario.

Siguiendo esa lógica, la del usuario digo, hay ciertas cosas que suceden con normalidad pero no encajan cuando tratamos de encontrarles sentido. Por ejemplo, yo no le veo sentido a que el viaje en taxi de Avilés al aeropuerto cueste veinticinco euros, un billete de avión a Madrid pueda salirnos por cincuenta, y el taxi de Barajas al centro suponga otros treinta euros. Es decir que para ir de Avilés a Madrid gastemos más en taxis de lo que cuesta un viaje en avión de quinientos kilómetros.

Dirán que ese precio, el del avión, es porque me aprovecho del "low cost". Por supuesto; esa es la historia. O la madre del conflicto porque en esas estaba Iberia, casi monopolio, hasta que aparecieron las empresas de bajo costo, que compiten en un mercado abierto tratando de ganar clientes con mejor precio y mejor servicio.

Y también Telefónica, hasta que surgieron las distintas operadoras de telefonía, y las agencias de viaje hasta que se toparon con que la gente reserva directamente por internet.

Por eso, la protesta de los taxistas tiene su halo de causa justa pero no sé yo si se habrán dado cuenta de que luchan contra un imposible. Bueno contra tres: contra la tecnología, la libre competencia y el modelo barato, barato que está acabando con todo. La tecnología no hay quien la pare, la libre competencia tampoco y los robots ya son la principal mano de obra, hasta el punto de que los vehículos sin conductor, pilotados por una inteligencia artificial, acabarán suprimiendo casi todos los empleos de chófer.

Lo del barato, barato, ya ven como está. Dejan que nos aprovechemos de algún chollo pero, al final, siempre salimos perdiendo. En septiembre se cumplirán diez años del estallido de la crisis económica y causa sonrojo ver cómo estábamos y cómo estamos. Cómo hemos normalizado lo de cobrar menos de mil euros y que nos pidan más de mil por el alquiler de una vivienda.

Decía, y mantengo, que los taxistas hacen bien peleando por lo suyo, pero su lucha acabará en decepción. Quieran o no, tendrán que competir con las empresas VTC: con Uber, Cabify y las que están por venir. De modo que lo exigible es que compitan en pie de igualdad; con las mismas tasas, licencias, impuestos y normas laborales.

De nada les servirá esgrimir argumentos como que tuvieron que pagar cien mil euros, o más, por una licencia. Seguro que fue verdad pero es como si un albañil, o un fontanero, tuviera que pagarle a otro para que le dejara ejercer su profesión. La realidad es la que es. Que pregunten a los comercios qué pasa con Amazon.

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