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Los obispos y la renta mínima

Incoherencias en torno a una de las instituciones que más subsidios reciben en España

Doy por hecho que habrán leído, o se habrán enterado de que el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, hizo unas declaraciones en las que señaló que la postura de los obispos, sobre el ingreso mínimo vital o renta básica que prepara el gobierno, es que no debería prolongarse más allá de lo que dure, estrictamente, la crisis sanitaria pues, en su opinión, que grupos amplios de ciudadanos vivan de manera subsidiada no sería deseable para el bien común. Lo dijo así, pero traducido al lenguaje sencillo lo que quiso decir es que no están de acuerdo con que el Gobierno pague una renta básica a los más desfavorecidos porque eso podría empujarlos a no querer trabajar y fomentaría la vagancia. Con lo cual, cabe deducir que lo que temen los obispos es que quienes reciban esos 500 euros mensuales, aprovechen para tirarse a la bartola y vivir como dice el refrán que viven los curas.

Quizá esbocen una sonrisa, pero no es para tomarlo a broma. Que los obispos españoles estén en contra de que las personas sin empleo ni ingresos puedan recibir un subsidio que les permita sobrevivir, es de un cinismo y una insensibilidad social que hiela la sangre. Sobre todo, si tenemos en cuenta que la institución que ellos representan, la Iglesia Católica, es la que recibe más subsidios en España y la que mantiene unos privilegios que, a día de hoy, son injustificables. Pero, por si no fuera bastante, hay que añadir que su postura, en cuanto a la renta básica, va en contra de la propia doctrina católica y de lo que propone Cáritas, que es la organización a la que los obispos españoles confían la lucha contra la pobreza.

La citada declaración clama al cielo. Y nunca mejor dicho porque viene a sumarse a que tampoco hay indicios de que la jerarquía católica española haya venido actuando con un mínimo de cordura. Prueba de ello es que hace un uso tan poco ejemplar del dinero público que recibe del Estado que dedica más recursos, 10 millones de euros, a financiar una cadena de televisión ultraderechista y muy deficitaria, como 13TV, mientras que, a Cáritas, solo le da 6 millones.

Buscando cuales podrían ser los motivos que llevaron a los obispos a decir lo que dijeron, he pensado que tal vez quisieran darle un palo al gobierno, pero, si su pretensión era esa, el resultado fue que se saltaron a la torera la propia doctrina católica y les dieron un palo a los más desfavorecidos. Algo, especialmente, grave si tenemos en cuenta que el Papa Francisco reclamó, hace solo unos días, un salario universal para garantizar esa consigna tan humana y tan cristiana de que todas las personas puedan llevar una vida digna. Tarea en la que los gobiernos europeos, todos sin excepción, parecen empeñados.

Asombra, por tanto, que sus Excelencias Reverendísimas, los obispos españoles, no estén por esa labor. Se les llena la boca pregonando amor al prójimo, pero rechazan algo tan cristiano como el pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Debe ser que no creen en el infierno ni en lo que predican porque si creyeran irían corriendo a confesarse. Han cometido el gravísimo pecado de no reconocer que hay millones de españoles que lo están pasando muy mal no porque sean vagos sino porque se han quedado sin trabajo.

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